by David Wilkerson | October 31, 2014 Hace años me paré frente al altar al lado de mi esposa, cuando oí a mi padre (quien era el ministro) pedir a Gwen: "¿Quieres que David sea tu esposo legítimo?". Intercambiamos votos, cada uno dijo: "Sí, acepto". Gwen me ha amado de mil maneras diferentes, pero nunca mejor, nunca más que cuando me dejó ser el hombre de la casa . Tomó un tiempo antes de que ella se hiciera a un lado y me dejara hacer lo que el "marido" debía hacer, sobre todo porque yo no soy en realidad tan mecánico. Pero ella, con mucha táctica, aprendió a alentarme para cumplir este papel. Dios pretendió que el esposo y su esposa reflejaran Su relación con nosotros, Su novia: "Porque tu marido es tu Hacedor" (Isaías 54:5). Somos "una esposa ataviada para su marido" (Apocalipsis 21: 2). Pero Jesús no es como un esposo terrenal. Cuando Él dice "Sí, acepto", ¡Él tiene toda la potestad y la gloria para verlo realizado!...
"Yo soy la Vid verdadera... (Juan 15)