¿Una mujer al frente?, ¿por qué hace esto o aquello? Hemos oído esas frases con anterioridad, las hemos padecido en carne propia, y Amy también cruzó el camino lúgubre de la incomprensión. Cuando inició la obra de rescatar a niños de los templos porque padecían por causa del abandono y la prostitución, pocos misioneros simpatizaron con su labor. Su sensibilidad espiritual la ayudó a ver las cosas en su realidad más pura, y por eso en 1903 publicó un volumen llamado Las cosas como son. Este causó un tremendo revuelo en India e Inglaterra, al punto de que el comité misionero decidió pedirle que volviera a su tierra.
Muchas cartas apuñalaron su corazón con comentarios poco acertados o con el cariño de los suyos, quienes no comprendían sus esfuerzos. Pero después de que los primeros niños llegaron a casa de Amy en busca de refugio, un anciano visitó Dohnavur. Algo tocó su corazón al recibir a uno de esos pequeñitos en sus piernas y le dijo a Amy: «Yo soy el encargado de regresarte a Inglaterra de parte del comité por causa de tu libro. Ahora me arrepiento. ¡Perdóname!» En 1905, la actitud de sus compañeros cambió drásticamente, aunque a lo largo de su vida más ceños se fruncieron debido a sus métodos y decisiones.
Sus libros recibieron críticas y rechazos. Los editores preferían historias de éxito y avance, no con la visión realista que Amy poseía, y aunque el público exigía finales felices, ella se negó a complacerlos. La verdad fue su tema; creía que el toque artístico podía matar la credibilidad de la palabra escrita.
Ante esto, haríamos bien en recordar que:
"Si me siento lesionada cuando me
acusan de cosas de las que no
tengo la menor idea,
olvidando que mi Salvador, sin pecado,
caminó por esta senda hasta el final,
entonces no conozco nada del amor del calvario"
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