Por James A. Stewart Cuando me salvé, durante un movimiento poderoso del Espíritu de Dios en Glasgow, Escocia, también se salvó una joven. Se llamaba Helen Ewan. Era muy delgada, pero en el umbral de su nueva vida en Cristo, ella lo coronó como Señor absoluto, y se llenó del Espíritu – una experiencia definitiva. Los ríos del agua viviente fluían simplemente de la vida de esa joven (Juan 7:37-39). Cuando se murió a la edad de 22 años, toda Escocia lloró. Sé que cientos de misioneros por todo el mundo lloraron y estuvieron de luto por ella. Ella había dominado el idioma ruso y esperaba laborar para Dios en Europa. No poseía personalidad sobresaliente; nunca había escrito un libro, ni compuesto un himno; no era predicadora, y nunca viajaba más de 200 millas de su casa. Pero cuando se murió, la gente comenzó a escribir la historia de su vida. Aunque se murió tan temprano en la vida, ella le llevó a una gran multitud a Jesucristo. Se levantaba temprano todas las mañanas alrededor de las ci...
"Yo soy la Vid verdadera... (Juan 15)