Extracto del Libro: Esperando en Dios
Autor: Andrew Murray
por tanto, será exaltado para compadecerse de vosotros;
porque Jehová es un Dios de Justicia; dichosos cuantos esperan en él.
(Isaías 30:18.)
Debemos pensar no sólo en nuestro esperar en Dios, sino también en lo que es aún más maravilloso, el que Dios nos espere a nosotros. La visión de Dios esperándonos a nosotros nos dará nuevo impulso e inspiración a nuestra espera en Él. Nos dará una indecible confianza de que nuestra espera no ha sido en vano. Si Él nos espera, entonces es indudable que somos bienvenidos; que Él se goza en reunirse con aquellos que le buscan. Busquemos, incluso ahora, en este momento, en el espíritu de humilde espera en Dios, descubrir algo de lo que esto significa. «Jehová aguardará para otorgaros su gracia.» Nosotros aceptaremos y devolveremos el mensaje: «Benditos cuantos esperan en él».
Alza la vista y mira al gran Dios en su trono. Dios es amor —un deseo incesante e inexpresable de comunicar su propia bondad y bienaventuranza a todas las criaturas. Él anhela y se deleita bendiciendo. Tiene propósitos gloriosos, que ni aun podemos concebir, respecto a cada uno de sus hijos, por el poder del Santo Espíritu, para revelar en ellos su amor y su poder.
Él espera con todo el deseo del corazón de un padre. Espera para poder concedernos su gracia. Y cada vez que esperamos en Él, o procuramos mantener en la vida diaria el santo hábito de esperar, puedes mirar y verle que está dispuesto a recibirte, esperándote para poder ofrecerte su gracia. Sí, establece relación entre cada ejercicio de espera con esta visión de tu Dios esperándote a ti. Y si preguntas, ¿cómo es posible si Él me espera para ofrecerme su gracia que, incluso cuando yo espero en Él, Él no me da la ayuda que necesito sino que tengo que esperar y seguir esperando? Hay una doble respuesta. Por un lado, Dios es un Labrador prudente, «que espera el precioso fruto de la tierra, y tiene mucha paciencia en su espera».
Él no puede recoger el fruto hasta que está maduro. Sabe cuándo estamos dispuestos espiritualmente para recibir la bendición que va a redundar en nuestro provecho y su gloria. El esperar bajo el sol de su amor es lo que madura al alma para su bendición. El esperar bajo la nube de la prueba, lo que resulta en lluvias de bendición, que son igualmente necesarias. Ten la seguridad de que si Dios espera más de lo que tú deseas, es sólo para doblar la preciosa bendición.
Dios esperó cuatro mil años, hasta la plenitud de los tiempos, para enviar a su Hijo; nuestros tiempos están en sus manos; Él vengará a sus elegidos con celeridad; Él se apresurará a acudir en nuestra ayuda, y no demorará ni una hora más de lo que debe. La otra respuesta indica lo que ya se ha dicho antes. El dador es más que el don; Dios es más que la bendición; y nuestro esperar en Él es el único modo de que aprendamos a encontrar en nuestra vida el gozo en Él mismo. ¡Oh, si los hijos de Dios conocieran cuán glorioso es su Dios, y qué privilegio es estar unido en comunión con Él! Entonces se regocijarían en Él!
Incluso cuando Él nos hace esperar aprendemos a comprenderle mejor que nunca. «Por tanto, Jehová aguardará para otorgaros su gracia.» Su espera será la más alta prueba de su gracia. «Dichosos cuantos esperan en Él.» Una reina tiene sus damas de servicio. Esta posición es de subordinación y servicio, y con todo es considerada como una gran dignidad y privilegio, porque una soberana es su compañera y amiga. ¡Qué dignidad y bendición para los que están esperando en el Dios eterno, siempre vigilando para captar cualquier indicación de su voluntad o su favor, conscientes siempre de su proximidad, su bondad y su gracia! «El Señor es bueno a los que esperan en Él.» « ¡Dichosos los que esperan en Él!
Sí, son dichosos cuando nos encontramos frente a un Dios que nos espera, nosotros, almas que esperamos en Él. Dios no puede obrar en el mundo sino a través de los que esperamos en Él; que nuestro esperar sea nuestra obra, y asimismo la suya. Y si su espera no es nada sino bondad y gracia, que nuestra espera sea sólo gozo en esta bondad, y una confiada expectativa de esta gracia. Y que cada pensamiento sobre la espera pase a ser para nosotros la expresión de una pura e inefable bienaventuranza, porque nos trae un Dios que nos espera para poder hacerse perfectamente conocido a nosotros, como la fuente de toda gracia.
¡Alma mía, espera sólo en Dios!
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