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Una Entrega total - Rees Howells


Extracto del Libro | REES HOWELLS INTERCESOR
Autor | Norman Grubb | Capítulo Veintidós | Pág. 68-72

Poco después de volver de la isla de Madeira, Rees Howells se casó con Elizabeth Ana Jones, quien también era de Brynamman. Esto sucedió el 21 de diciembre de 1910. Se habían conocido desde la niñez. Después de meses de intensa convicción, ella nació de nuevo durante el Avivamiento Gales. Más tarde, llegó a ser uno de los componentes del grupo de voluntarios en el pueblito, y el Señor los fue uniendo gradualmente hasta que llegaron a pensar si sería la voluntad de Dios que se casaran y formaran un hogar para los vagabundos. Sin embargo, poco después fueron guiados en la dirección opuesta:
Abandonar la idea del matrimonio, sin saber si la oportunidad les sería restaurada. 
Fue tres años más tarde que les vino palabra del Señor diciendo que sus vidas deberían unirse para Su servicio. Siendo una totalmente con él en su forma de pensar, la señora Howells llegó a ser una ayuda idónea dada por Dios para su esposo. Era una colaboradora que no fallaba, compartiendo siempre las cargas en el Espíritu. De Norteamérica se recibió una ofrenda considerable para los gastos de la boda.
Una parte se gastó en comprar lo necesario, y otra parte se guardó para cuando llegara el día de la boda. Sin embargo, una semana antes del evento, llegó a donde Rees una persona muy necesitada. En la vida de fe, él siempre había mantenido un principio: "La primera necesidad es la primera que se suple". Y la necesidad de este hombre apareció una semana antes que la de ellos. Así que le dio el dinero; estando seguro de que el Señor supliría. Pero un día antes de la boda no había llegado nada aún. "Le dije al Señor", comentó, "que si fuera cualquier otro día no me importaría, pero no podíamos estar sin dinero ese día.
Habíamos invitado a mi hermana y cuñado y teníamos que tomar el tren antes de que llegara el primer correo. Llegó la noche, y no tenía ni un solo centavo. Fue una ocasión en la que se podría dudar del Señor, pero El nunca falló. Más tarde en la noche, llegó la liberación esperada, y fue muy valiosa, ¡porque se trataba de nuestro comienzo juntos en la vida de fe!".
Pocos meses más tarde, él viajó a Norteamérica con un amigo y empezó a predicar de nuevo. Visitó a muchas amistades, especialmente en la ciudad donde se había convertido. Regresaron a los tres meses y no pasó mucho tiempo antes de que el Espíritu le revelara que debía asistir a alguna iglesia de nuevo. Se extrañó, ya que llevaba mucho tiempo con la misión y además había estado viviendo una vida oculta. El y su esposa no habían estado en un templo hacía más de cinco años. Entonces la decisión ahora era: ¿A cuál iglesia deberían ir? Antes el era miembro de una Iglesia Congregacional, y ella era Bautista. Cuando procuraron dirección divina, fueron guiados a una pequeña capilla Congregacional que no tenía pastor en ese momento. Esto desconcertó aún más a los creyentes que cuando decidió vivir oculto. Fue así, porque después del Avivamiento hubo algún alejamiento entre los que habían sido bendecidos y las iglesias. Muchos dejaron de asistir a los templos, pues habían comenzado misiones. Por ejemplo, John, el hermano mayor de Rees, quien era muy respetado por la familia, se convirtió en el Avivamiento siendo diácono de una de las iglesias. El y algunos de sus amigos, fueron más tarde responsables por la construcción de la Galería Evangélica en Brynamman, la cual aún es un centro evangelístico en la ciudad. A medida que pasó el tiempo, la distancia entre las misiones y las iglesias se hizo cada vez mayor, con excepción de aquellas donde los ministros habían sido bendecidos con el Avivamiento, en esas, los creyentes permanecieron firmes y les ayudaban. De manera que cuando la gente supo que Rees asistía a un templo, lo vieron como una señal de retroceso. Y más aún porque esa iglesia quedaba cerca de la misión.
Desde el principio tomó parte en las reuniones y hubo un movimiento de Espíritu.
Entonces un domingo, cuando iban para el culto, ¡Dios le dijo que debía entrar al ministerio! Fue directo a su casa y le dijo a su esposa: "¿Sabías que te habías casado con un ministro?". No lo comentó con nadie, pero una noche los ancianos le preguntaron si le gustaría entrar al ministerio. Después de una reunión de la Iglesia, fue aceptado y predicó su primer sermón. Un llamado al ministerio implicaba adiestramiento, así que juntamente con el hermano de su esposa, comenzó a asistir al Instituto Bíblico en Carmarthen.
"En mis predicaciones", dijo, "nunca hablé sobre la intercesión o mi vida pasada, más de lo que el apóstol habló sobre su tiempo en Arabia. Fui llamado a predicar el Evangelio simple, y me mantuve fiel a ello. ¡Qué privilegio era pararme en el púlpito y, en el poder del Espíritu Santo, proclamar las insondables riquezas de Cristo! El Señor me permitió volver a vivir una vida normal. Siempre estuve agradecido por el privilegio de predicar a las multitudes en muchas capillas del distrito. No hay gloria como la de proclamar el mensaje de la cruz. Fui llamado a predicar más sobre la vida eterna que sobre la Persona divina del Espíritu Santo. Fue así, ya que hay muchos en nuestro país que creen en la expiación y en la resurrección, pero no tienen la seguridad de haber pasado de muerte a vida. Desde que comencé a predicar, no obtuve nuevos niveles de intercesión, debido a que todas mis horas y pensamientos estaban dedicados a ese trabajo". Pero era el Rees Howells de siempre. 
Un día, en Carmarthen, él y un compañero de estudios pasaron cerca a un vagabundo mal vestido y tiritando de frío. Rees enseguida, se quitó su abrigo y se lo dio. Luego, en medio de todo esto, Dios los llamó de nuevo. El y su esposa sentían una carga de orar por algunos amigos misioneros en el África, el señor y la señora Stober. Estaban en el África Occidental con la Misión Evangélica de Angola. Sentían que debían ayudarlos de alguna manera, y mientras estaban preguntándole al Señor respecto a ello, leyeron en la revista de esa Misión que a estos hermanos les había nacido una niñita, Edith.
El señor Howells sabía que África Occidental no es clima para niños. Le dijo a su esposa que esta era la oportunidad de ayudarlos, cuidarían de la pequeña mientras sus padres estaban en África. Era una verdadera prueba; la Sra. Rees estaría atada al hogar, aunque la niña nunca llegaría a ser de ellos. La señora Howells tomó una decisión: "Si ellos dan sus vidas por África, yo daré la mía por la niña". Escribieron respecto al asunto a los Stobers, pero la respuesta obtenida fue que ellos vendrían pronto a Inglaterra y entonces hablarían.
"Me encontré a mi amigo Stober en la Convención de Llandrindod", dijo Rees. "Durante los primeros días no me dijo nada, y no fue hasta que ya me iba para la reunión misionera que él me dijo cuán agradecidos estaban él y su esposa por nuestra oferta, pero que no deseaban dejar a Edith por ese entonces. Fui directo a la reunión, ¡y allí tuve una visión del África! Albert Head estaba hablando en nombre de la Misión General al África del Sur. Rogaba para que una pareja casada tomara el lugar del señor y la señora Edgar Faithfull, ya que ahora el sería el secretario en Inglaterra. Yo había escuchado a mucha gente hablando sobre la necesidad en el campo misionero, pero nunca "vi" a los paganos en su necesidad hasta aquella tarde. El Señor me dio una visión de ellos, parados frente a mí, como ovejas sin un pastor".

Volvió a casa el sábado y le contó a su esposa, especialmente sobre la pareja casada que necesitaban. Oraron esa noche por tal pareja, y no pudieron dejar de orar durante largo rato. Cuando lo lograron, no podían dormir y, antes de que llegara la mañana, el Señor les había dicho: "Responderé la oración por medio de ustedes; los enviaré allá". "Fue la mayor sorpresa de nuestras vidas", comentó el señor Howells. "Creíamos tener una visión de África pero sólo para interceder para que otros fueran. Pero con el Señor solamente podemos ejercer influencia sobre otros en la medida que estemos dispuestos a ser influenciados. Había mil y un impedimentos, pero el Señor no aceptaba nuestras excusas; para el que quiere, todo es posible".
El mayor problema era que les había nacido un niño. Cuando se ofrecieron para adoptar a Edith, no tenían hijos. "Habíamos dicho que aquellos misioneros debían renunciar a la niña y dedicarse totalmente a la obra", dijo Rees, "no nos imaginamos que estábamos preparando una trampa para nosotros mismos. ¡Ahora se nos llamaba a realizar lo que pensábamos que otros debían hacer!".
Meses antes de que les naciera el niño, el Señor dijo que lo llamaran Samuel. No había ningún Samuel en la familia; este nombre les fue dado como se le dio el nombre de Juan a Zacarías. Había varias similitudes entre su vida y la del Samuel bíblico. Una era que el nombre de la señora Howells también era Ana, y ahora ella también debía poner su hijo en el altar del sacrificio.

"Era nuestra primera prueba en cuanto al llamado, y la más difícil", dijo Rees Howells, quien nos narra la historia en sus propias palabras: "El Salvador había dicho, 'cualquiera que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí'. Ahora el Espíritu Santo nos decía: `Deben probarme que aman las almas de los africanos, que vivirán por la eternidad, más de lo que aman a su propio hijo'. ¿Será cierto lo que dice?, pensé. Sí, lo era; tal como le dijo a Abraham que tomara a su único hijo y lo llevara a la montaña para ofrecerlo en holocausto. Yo había predicado muchas veces sobre la obediencia de Abraham, y había enfatizado las palabras 'Toma ahora a tu hijo, tu único hijo, a quien amas'. ¡Cuán poco me había percatado de lo que esto había significado para él!
Sabía lo que era dar mi vida, pero dar la vida de otro era muy diferente. Dios nos había dado el nombre de Samuel antes de que naciera, y yo estaba consciente de que El tenía un propósito para su vida, y ésta era nuestra prueba. Dios dijo: 'Si renuncian a él, nunca podrán volver a reclamarlo. Después ya nunca más sentimos que Samuel fuera nuestro. Debíamos entregarlo en forma tan real como Dios dio a Su propio Hijo y Abraham el suyo. A menos que la entrega sea real, será incumplida mucho antes del final. No se trataba de dejar a Samuel atrás y luego que llamara nuestra atención de nuevo hacia él. Era cuestión de que ningún pensamiento acerca de Samuel podría hacernos regresar a este país.
"Se llegó la época en la cual mi esposa debía tomar estudios bíblicos. No sabíamos qué lugar tenía preparado el Señor para el pequeño Samuel. Lo dejamos absolutamente en las manos de Dios; no nos hubiéramos atrevido interferir, o podríamos haber cometido un grave error. Unas pocas semanas antes del tiempo de partir, mi tío me mandó buscar a un hermano que fue sanado. Su esposa era la directora de la escuela campestre de Garnant, cerca de Ammanford. Me preguntó si pensábamos llevarnos a Samuel. Contesté, 'No'. '¿Dónde va a vivir él?'. Le dije que no lo sabía. 'Bien', replicó, 'va a vivir con nosotros'.

Ellos nunca lo habían visto, aunque vivían a unos cinco o seis kilómetros, pero él dijo que hacía unas noches habían sentido que deberían cuidarlo mientras estuviéramos fuera. En un par de días vendrían a verlo.
"Caminar hacia casa aquel día para decírselo a mi esposa, era más de lo que podía soportar. Aunque habíamos renunciado a él en nuestros corazones, cuando Dios abrió la puerta para que Samuel se quedara, fue como si nos rompieran el corazón en pedazos. Pero antes de llegar a casa, ya tenía suficiente victoria para controlarme. Hubiera sido inútil mostrarle a mi esposa que estaba quebrantado. Cuando llegué a casa, ella estaba jugando con él. Pensé que nunca lo había visto como lo contemplé aquella noche, y durante un rato no pude darle la noticia. Pero saqué fuerzas y se lo dije. La escena que siguió es mejor imaginársela que describirla. Estábamos agradecidos de tener que hacerlo solamente una vez en la vida. Aquella noche comprobamos que África nos iba a costar algo. Fuimos llegando a la victoria por etapas y el proceso fue lento y doloroso. 

Ya que se trataría de intercesión, teníamos que pasar por ese camino difícil. "Mis tíos llegaron, ¡y nunca habían visto un niño como él! Sin duda, el Señor había puesto el amor de padres en sus corazones hacia él. Lo primero que hicieron fue invitar a mi hermana a ser la niñera; tal como lo de Miriam y Moisés. Llegó la mañana cuando mi hermana vino a buscarlo. Creo que en la eternidad podremos reflexionar sobre lo que pasamos entonces, al dar lo mejor al Maestro. Sabíamos lo que era dar dinero, salud, y muchas otras cosas, pero ésta fue la prueba más difícil. El diablo no se quedó callado aquella mañana, Me dijo que yo era el hombre más duro de corazón de todo el mundo por renunciar a mi hijito. Lo peor de todo fue compartir los sentimientos de mi esposa mientras preparaba su ropita, etc. Su salida fue más que vaciar la casa; nuestros corazones también se sintieron vacíos. Cuando volví a casa aquella noche, le pregunté a mi esposa: ` ¿Cómo pudiste hacerlo?'. Ella dijo que salió al jardín a llorar y pensó para sí: 

'He cantado muchas veces: Pero nunca podemos probar los encantos de Su amor, Hasta que todo en el altar rendimos. ..Y esta mañana tengo que comprobarlo'. Pero luego el Señor me dijo 'Compáralo con el Calvario'. Y con esas palabras ella pasó la prueba. "Al orar juntos después, el Señor me mostró la recompensa. El nos dijo: 'Por cada cosa a la cual renuncien por Mí, les daré ciento por uno. Por ésta renuncia tienen derecho a 10,000 almas en África', y le creímos".

Después de que el señor y la señora Howells se fueron para África, Samuel llegó a ser un hijo del señor y la señora Rees en una forma tan total, que su nombre fue cambiado a Samuel Rees creció con ellos y más tarde fue a la Universidad de Oxford donde se graduó.
Sucedió con él literalmente lo que al Samuel del Antiguo Testamento, fue separado para el Señor y le sirvió desde su juventud. Aceptó a Cristo como su Salvador personal a la edad de doce años. Sus padres adoptivos deseaban que fuese un doctor, pero él sintió el llamado del Señor para el ministerio. Después de sus estudios universitarios, se unió a su verdadero padre, con el consentimiento amoroso de sus padres adoptivos. Los Howells jamás ejercieron influencia alguna para atraerlo hacia ellos. Fue Dios quien lo envió de vuelta. El llegó a ser Director Asistente del Instituto Bíblico y ahora es Director desde que su padre partió al hogar celestial. De nuevo se le conoció por el nombre de Samuel Rees Howells.
Cuán perfectamente ha cumplido el Señor las promesas dadas a su padre y madre aún antes de que naciera, y cuán abundantemente ha honrado el Señor el sacrificio hecho por sus padres al renunciar a su hijo, y qué impresionante fue el amor y cuidado mostrado a él por sus padres adoptivos.

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