BAJO ATAQUE
Cuando te está atacando el enemigo a través de un espíritu de desánimo, no
sentirás ganas de orar. Pero aun así debes ir al lugar secreto y estar en la
presencia de Jesús. No te preocupes por tratar de orar y forzar tu solución a
la desesperación. Este es el tiempo en el que el Espíritu de Dios obrará en
ti para sacarte del pozo.
Cuando te acerques al Señor, sé honesto con él acerca de lo débil e
impotente que te sientes. Hazle saber: "Jesús, estoy seco. No me quedan
fuerzas. Si alguna vez voy a salir de esta depresión, Tú tendrás que hacer
que suceda".
En esos momentos “bajos”, el Señor es muy paciente con nosotros. Él no
espera que tú y yo ejecutemos algún esfuerzo intenso y ferviente en la
oración. Él conoce nuestra condición, y él se identifica con nosotros.
Sólo siéntate en su presencia y confía que Su Espíritu hará lo que fue
enviado a hacer. No importa cuán derribado estés, ¡Él nunca te abandonará!
Tenemos la idea de que cada vez que fallamos al Señor, el Espíritu Santo
revolotea, alejándose como un ave, porque Él está ofendido. Pero, ¿cómo
podría el Espíritu de Dios abandonarme cuando más lo necesito? Si él me
dejara cada vez que fallo y caigo profundamente en desánimo, ¿cómo podría
ser mi Consolador?
Jesús nos prometió: " Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para
que esté con vosotros para siempre… No os dejaré huérfanos; vendré a
vosotros" (Juan 14:16, 18).
Cuando el pesado espíritu de desánimo del diablo se asienta sobre su vida,
puedes estar tan angustiado que ni siquiera puedes susurrar una oración. Pero
aun así, tú puedes hablarle a Jesús en tu espíritu. Sólo dile suavemente:
"Señor, ayúdame. Este ataque es demasiado para mí. No puedo hacer otra cosa
que sentarme aquí en fe. Confío que tu Espíritu me lo quitará de encima".
by David Wilkerson
[May 19, 1931 – April 27, 2011]
Cuando te está atacando el enemigo a través de un espíritu de desánimo, no
sentirás ganas de orar. Pero aun así debes ir al lugar secreto y estar en la
presencia de Jesús. No te preocupes por tratar de orar y forzar tu solución a
la desesperación. Este es el tiempo en el que el Espíritu de Dios obrará en
ti para sacarte del pozo.
Cuando te acerques al Señor, sé honesto con él acerca de lo débil e
impotente que te sientes. Hazle saber: "Jesús, estoy seco. No me quedan
fuerzas. Si alguna vez voy a salir de esta depresión, Tú tendrás que hacer
que suceda".
En esos momentos “bajos”, el Señor es muy paciente con nosotros. Él no
espera que tú y yo ejecutemos algún esfuerzo intenso y ferviente en la
oración. Él conoce nuestra condición, y él se identifica con nosotros.
Sólo siéntate en su presencia y confía que Su Espíritu hará lo que fue
enviado a hacer. No importa cuán derribado estés, ¡Él nunca te abandonará!
Tenemos la idea de que cada vez que fallamos al Señor, el Espíritu Santo
revolotea, alejándose como un ave, porque Él está ofendido. Pero, ¿cómo
podría el Espíritu de Dios abandonarme cuando más lo necesito? Si él me
dejara cada vez que fallo y caigo profundamente en desánimo, ¿cómo podría
ser mi Consolador?
Jesús nos prometió: " Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para
que esté con vosotros para siempre… No os dejaré huérfanos; vendré a
vosotros" (Juan 14:16, 18).
Cuando el pesado espíritu de desánimo del diablo se asienta sobre su vida,
puedes estar tan angustiado que ni siquiera puedes susurrar una oración. Pero
aun así, tú puedes hablarle a Jesús en tu espíritu. Sólo dile suavemente:
"Señor, ayúdame. Este ataque es demasiado para mí. No puedo hacer otra cosa
que sentarme aquí en fe. Confío que tu Espíritu me lo quitará de encima".
Comentarios
Publicar un comentario