A.W. TOZER- parte 3

A. W. Tozer 1897-1963
Tozer, el místico
 En el verdadero y mejor sentido de la palabra, Tozer era un místico. Él puso gran énfasis en la contemplación de las cosas divinas que tiene como resultado la vida de consciencia de Dios. El último proyecto literario de Tozer, completado justo antes de su muerte y publicado varios meses después, fue El Libro Cristiano de Verso Místico. Es una recopilación de la rica poesía mística que había alentado y bendecido el corazón de Tozer a lo largo de los años. En la Introducción de ese libro él definió su significado del término místico: «La  palabra ‘místico’ como se presenta en el título de este libro se refiere a esa experiencia espiritual personal común a los santos de los tiempos bíblicos y bien conocida por multitud de personas en la era post bíblica. Me refiero al místico evangélico que ha sido traído por el evangelio a una comunión íntima con la Deidad. Su teología no es menos ni más de lo que se enseña en las Escrituras. Él anda en la alta senda de la verdad por donde transitaron los viejos profetas y los apóstoles, y donde caminaron a través de los siglos los mártires, reformadores, puritanos, evangelistas y misioneros de la cruz. Él sólo difiere del cristiano ortodoxo ordinario porque experimenta su fe en lo profundo de su ser sensible, mientras el otro no. Él existe en un mundo de realidad espiritual. Él es reposado, profundo, y a veces casi extáticamente consciente de la presencia de Dios en su propia naturaleza y en el mundo alrededor de él. Su experiencia religiosa es algo elemental, tan viejo como el tiempo y la creación. Es el conocimiento inmediato de Dios por unión con el Hijo Eterno. Es conocer al Dador del conocimiento».
Investigadores posteriores han descubierto en su vasta bibliografía, alusiones a, al menos, 35 místicos que él recomendó, como Juan de la Cruz, Teresa de Ávila, etc. Lo cual es muy atípico en el contexto de un protestantismo muy conservador, como lo fue el del siglo XX. Sin embargo, a sabiendas de que el apelativo de «místico» despertaría algunas suspicacias, se tomaba la libertad de aclarar aún más el concepto. «Algunos de mis amigos con buen humor  – y otros un poco severamente  – me han llamado un ‘místico’.
Bueno, me gustaría decir esto sobre cualquier misticismo que se pueda suponer que tengo. Si un arcángel del cielo viniese, y empezara a decirme, enseñarme, y darme instrucción, yo le pediría el texto. Le diría: ‘¿Dónde se dice eso en la Biblia? Quiero saberlo‘. Insistiría en que fuese de acuerdo a las Escrituras, porque yo no creo en ninguna enseñanza extra escritural, ni anti-escritural, ni sub-escritural. Pienso que nosotros deberíamos poner el énfasis donde Dios lo pone, y continuar poniéndolo allí, y exponer las Escrituras, y permanecer en ellas.
Aunque yo viera otra luz sobre la luz del sol, mantendría mi boca cerrada sobre eso hasta haber verificado con Daniel y Apocalipsis y el resto de las Escrituras para buscar alguna base en la verdad. Y si no fuese así, pensaría que sólo he comido algo que no debo, y no diría nada sobre ello. Porque no creo en nada que sea no escritural o anti-escritural».
La luz se apaga
 En su diario andar y ministerio, Tozer tenía un sentir de Dios que lo envolvía en reverencia y adoración. Su ejercicio cotidiano era la práctica de la presencia de Dios, siguiéndolo con toda su fuerza y energía. Para él, Jesucristo era una maravilla diaria, una sorpresa recurrente, un asombro continuo de amor y gracia.
Durante su vida, él escribió nueve libros y compiló un décimo. Después de escribir dos biografías, él bosquejó La Búsqueda de Dios una noche en un tren, mientras su corazón estallaba a desbordar con la necesidad de los hombres de encontrar la «religión personal del corazón». Después de su muerte, los editores compilaron otros libros de sus editoriales y sermones grabados. Entre todos, hay más de cuarenta títulos, vertiendo con convicción cristiana profunda las verdades medulares: «Aparte de Dios, nada importa. Nosotros pensamos que la salud importa, o el conocimiento, o el arte o la civilización. Pero hay una palabra insistente que, indudablemente, sí importa. Esa palabra es eternidad».Entre los más de cuarenta libros publicados, por lo menos dos se consideran como clásicos cristianos: La Búsqueda de Dios y El Conocimiento del Santo. Sus libros imprimen en el lector la posibilidad y necesidad de una relación más profunda con Dios.
Hacia el fin de su vida, Tozer comentó: «He hallado que Dios es cordial y generoso, yen todos los sentidos es fácil vivir con él». En efecto, durante casi cincuenta años Tozer vivió en Dios. Si n embargo, él no era un hombre perfecto; tenía sus faltas y ‘verrugas’. Poseía una disposición que le causaba pesar y decepción. Aunque nunca desagradable o venenoso, en ocasiones él tenía que disculparse ante aquellos a quienes hirió inadvertidamente cuando hacía estallar espontáneamente sus globos de pretensión, pomposidad y postura. Al final de su ministerio, él pidió a su congregación: «Oren por mí a la luz de las presiones de nuestro tiempo. Oren para que yo no llegue a un final de agobio  – un viejo predicador exhausto, cansado, sólo interesado en hallar un lugar para dormir».
El 12 de mayo de 1963, a la edad de 66 años, las labores terrenales de A.W. Tozer terminaron, cuando fue víctima de un ataque cardíaco. Su fe en la majestad de Dios se hizo visible cuando él entró en Su presencia. Sepultado en Akron, su lápida dice, simplemente: «Un hombre de Dios». En el funeral, su hija Becky dijo algo típico de lo que el propio Tozer habría dicho: «No puedo sentirme triste; sé que papá es feliz; él vivió para esto toda su vida». Y así fue. Aunque su presencia física está lejos, Tozer continuará sirviendo a aquellos sedientos por las cosas de Dios.
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