by David Wilkerson
[May 19, 1931 – April 27, 2011]
Una adolescente me confesó: “Hace dos años, mi mamá y papá murieron en un accidente automovilístico.
Ellos eran los mejores padres que una niña podría tener. Me he preguntado cómo Dios pudo permitir que mueran de forma tan violenta, y en los últimos dos años he guardado rencor contra Él. ¿Acaso
Dios no protege a los suyos? Ya no puedo orar con verdadera confianza en Él, porque creo que me ha fallado. ¿Qué puedo hacer? Supongo que se puede decir que estoy enojada con el Señor”.
Una joven pareja que conozco ha estado albergando resentimiento contra el Señor por casi diez años.
Su hermosa hija, de cinco años de edad, murió poco después de ser afectada con un tumor cerebral y ellos dejaron crecer la amargura. Han permanecido en la iglesia y han pasando por todas las etapas,
pero ya no creen en la eficacia de la oración. Tienen miedo a renegar de Dios, miedo de llamarlo mentiroso o un Padre infiel, pero nunca lo han perdonado por “quitarles a su único hijo”.
Casi todos los cristianos en algún momento de su vida han tenido que enfrentar el problema de la oración no respondida. Una oración queda sin respuesta durante semanas y meses, incluso años. Una enfermedad o tragedia inesperada cobra la vida de un ser querido. Ocurren cosas que no tienen sentido o razón y
entonces la fe comienza a flaquear. Pero la Palabra deja muy claro que una persona vacilante nunca recibirá nada de Dios.
Jesús se dio cuenta de esta tendencia en Sus hijos a guardar rencor contra el cielo cuando las montañas no se mueven en el momento previsto. Él le advirtió a Pedro no pedir nada al estar en la presencia de Dios en el caso que haya falta de perdón en alguna materia.
“Y cuando estéis orando, perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro Padre que está en los cielos os perdone a vosotros vuestras ofensas”. (Marcos 11:25)
Yo creo que Jesús está diciendo: “No estés en la presencia de Dios pidiendo que las montañas sean removidas o que perdone tus pecados, si tienes un rencor secreto en tu corazón contra el cielo. ¡Sácalo! Deja que el
Espíritu de perdón fluya a través de ti. Clama a tu Padre fiel. Él no ha fallado. Él responderá. Él suplirá. Sométete y pídele que te perdone por permitir que broten estas dudas”.
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