Testimonio-hermano Gabriel


EN MI NIÑEZ
Cuando Dios tiene planes con nosotros, aun antes de conocerlo, todo lo amargo es dulce.
A la edad de 7 años, mis padres me enviaron al rancho donde Vivían mis abuelos (una casita muy pobre en el campo), porque ambos trabajaban y no podían cuidarme, prácticamente se olvidaban de mí.
Mis abuelos me cuidaban por largas temporadas y de lo poco que tenían compartían conmigo. Recuerdo que  andaba descalzo, no tenía ropa, y la comida también era escasa, aun así ellos eran muy amorosos conmigo y hacían lo que podían por mí.
Ellos como católicos muy devotos, me enseñaron la oración del “Padre Nuestro” eran más temerosos de Dios que muchos cristianos de hoy en día, así que me fueron criando muy temeroso de Dios.

La situación de mis padres tampoco era la mejor, ya que mi padre no era responsable con la esposa y los 5 hijos que tenía.  Él se iba por meses de la casa y cuando volvía todo se lo había gastado en sus vicios, y la miseria no se iba.
Cuando regrese al hogar de mis padres, lo que mis abuelos me habían enseñado en la parte religiosa comenzó a dar fruto. Llegó la semana santa y le pedí permiso a mis padres para ir con unos ancianos a recorrer los siete monumentos en siete iglesias el jueves santo, regresé a mi casa muy cansado pero contento porque el Señor me iba a bendecir mucho (pensaba yo en mi inocencia).

Esa noche, estando ya acostado en mi cama, escuché que golpeaban la puerta fuertemente…era mi padre que regresaba embriagado después de haber desaparecido varios meses. Mi madre abrió la puerta y comenzó una gran discusión, mientras tanto yo lloraba.
Así con mi dolor y lágrimas, me arrodillé junto a la camita y le dije a Dios:
“Si es verdad que en el cielo existe un Padre nuestro, yo quiero cambiar a mi padre terrenal, porque es muy malo, y que el Padre Nuestro sea mi padre”.

Luego volví a mi cama y me cubrí hasta la cabeza con mi vieja cobija para tratar de no escuchar aquél escándalo, de repente…escuché unos pasos en mi habitación y pensé:” debe ser mi papá que viene a molestar”, porque cuando estaba borracho solía hacerlo.
Los pasos se acercaron a mi cama y sentí que unas manos me agarraron, así envuelto en la cobija, y al contacto con esas manos yo sentí un calor que se manifestó en amor y comenzó a llenarme, luego, comenzó a jugar conmigo lanzándome hacia arriba y me agarraba al caer de nuevo, esto sucedió por tres veces y mientras me lanzaba yo me reía a las carcajadas.

Cuando acabo de lanzarme yo me destape la cabeza para mirar quien era… y no vi a nadie, luego me quede profundamente dormido.

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