Autor: A. W. TOZER
Extracto del libro: Caminamos por una senda marcada.
De Adán heredamos el instinto de enfrentarnos de cabeza a nuestros enemigos, de tratar de vencer mediante un ataque directo, y es sólo después de muchos aturdidores fracasos que aprendemos que no es así que se logran las victorias en el reino de lo espiritual. El enfoque carnal hace generalmente poco más que alienar al enemigo aún más de nosotros, y aún peor, nos sitúa en una posición en la que Dios no puede ayudarnos.
El enemigo nunca sabe cómo tratar a un hombre humilde; está tan acostumbrado a tratar con gente orgullosa y terca que un hombre manso perturba su programa.
Y además, el hombre verdaderamente humilde tiene a Dios luchando a su lado. ¿Y quién puede vencer contra Dios.
Por extraño que parezca, frecuentemente vencemos a nuestros enemigos sólo tras haber sido absolutamente derrotados por el Señor mismo. Dios frecuentemente vence a nuestros enemigos venciéndonos a nosotros. El derrotó a Esaú derrotando a Jacob la noche antes en la ribera de Jabod. La victoria sobre Esaú tuvo lugar en su hermano Jacob. Y a menudo es así. Cuando Dios prevé que tenemos que encontramos con un oponente mortal.
El asegura nuestra victoria trayéndonos humildes a sus pies. Después de ello, todo se hace fácil. Nos hemos puesto en una posición en la que Dios puede luchar por nosotros, y en una situación como ésta, el resultado ya está decidido desde toda la eternidad.
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