Autor: Andrew Murray
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Alma mía, reposa solamente en Dios. (Salmo 62:5.) Dios... obra en favor del que en él espera. (Isaías 64:4.) Espera en Dios, oh alma mía, y reposa, deja que Dios despliegue su voluntad perfecta; es mejor que le sigas tú en todo momento, que con oído atento su dulce voz escuches, que seas en sus manos instrumento pasivo poseído por Dios, espíritu por Él enviado, siempre pronto al servicio... y que estés quieto.
Porque ésta es la sola manera en que puedes cumplir sus deseos. No pongas estorbo a su mano tratando de formar la vasija por Él planeada. «Guarda ante Dios silencio», y podrás conocer la dulce, la sosegada calma que Él concede a los que en Él esperan; con ello su Presencia tendrás siempre ante ti; y su vida y su luz alumbrarán la noche más oscura. Y en la tierra sembrarás de su amor la simiente, proclamarás por doquier su alabanza.
Y su obra podrá ser realizada a través de la tuya, una vez su mano poderosa te haya transformado a ti mismo según su propósito. Cual crisol que funde la escoria, serás limpio: un vaso escogido para Dios.
Frágil, vacío, pero lleno de su vida y su amor podrá más libremente circular por ti el poder de Dios, y así su obra a través de ti será realizada.
Estate quieto y verás las victorias que Dios va a ganar para ti; silencioso y con todo irresistible hará por ti portentos imposibles.
No dudes ni un momento lo que puede hacer Él por ti. Tú en cambio nada puedes. Pero, Él realizará la obra sin desmayo; obra que tus mejores esfuerzos nunca harían. Así que, alma, espera, estate quieta; es Dios quien por ti obra, su voluntad perfecta. Si tú no te conformas con nada menos que esto, Él hará lo mejor y ésta será tu parte ahora y por la eternidad.
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