Sirviendo a dos Señores


“No os acumuléis tesoros en la tierra, donde la polilla y la herrumbre destruyen, y donde ladrones penetran y roban; sino acumulaos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni la herrumbre destruyen, y donde ladrones no penetran ni roban; porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón.  La lámpara del cuerpo es el ojo; por eso, si tu ojo está sano, todo tu cuerpo estará lleno de luz. Pero si tu ojo está malo, todo tu cuerpo estará lleno de oscuridad. Así que, si la luz que hay en ti es oscuridad, ¡cuán grande no será la oscuridad!  Nadie puede servir a dos señores; porque o aborrecerá a uno y amará al otro, o se apegará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las   riquezas.” Mateo 6:19-24
Es increíble pensar cuántas veces he dejado la comunión con el Señor Jesucristo en última instancia, cada vez que las ambiciones de la vida caen sobre mí como una avalancha.
Que deseo hacer esto, o trabajar en aquello. Que tengo tantas cosas planeadas para el próximo año, mes o semana. Y la mente oscurecida por este mundo piensa: Ya he servido mucho al Señor por mucho tiempo, es hora de que me dedique a ‘mis cosas’.
Cuando se ve a otros prosperar en lo que uno siempre ha querido es casi imposible que no nos ‘pique la envidia’, esa sensación de tristeza cuando no estoy en el nivel de vida materialista de este mundo.
El famoso comentarista Matthew Henry dijo acerca de este pasaje:
La mentalidad mundana es síntoma fatal y corriente de la hipocresía, porque por ningún pecado puede Satanás tener un soporte más seguro y más firme en el alma que bajo el manto de una profesión de fe. Algo tendrá el alma que mirar como lo mejor aquello en lo cual se complace y confía por encima de todas las demás cosas. Cristo aconseja que hagamos como nuestras mejores cosas a los goces y las glorias del otro mundo, las cosas que no se ven, que son eternas y que pongamos nuestra felicidad en ellas. Hay tesoros en el cielo. Sabiduría nuestra es poner toda diligencia para asegurar nuestro derecho a la vida eterna por medio de Jesucristo, y mirar todas las cosas de aquí abajo como indignas de ser comparadas con aquellas y a estar contentos con nada menos que ellas. Es felicidad superior y más allá de los cambios y azares del tiempo, es herencia incorruptible.

El hombre mundano se equivoca en su primer principio; por tanto, todos sus razonamientos y acciones que de ahí surgen deben ser malos. Esto se aplica por igual a la falsa religión; lo que es considerado luz es la oscuridad más densa. Este es un ejemplo espantoso, pero corriente; por tanto, debemos examinar cuidadosamente nuestros principios y directrices a la luz de la palabra de Dios, pidiendo con oración ferviente la enseñanza de su Espíritu.

No que un cristiano no deba vivir en prosperidad económica, pues hay muchos reyes y personajes bíblicos que eran riquísimos y conocían al Señor, y otros tantos muy pobres y hasta mendigos, que amaban a Dios y le servían fielmente. El punto es: ¿Cuáles son mis motivaciones para todo lo que hago? ¿Mi búsqueda de prestigio y dinero son una orden expresa del Señor Jesucristo o solamente mis meros deseos?

Necesitamos que Dios sane nuestra visión hasta que lleguemos a vivir cada día de esta vida como una antesala de la eternidad, entonces si Él nos llena los bolsillos con dinero o nos da lo necesario para vivir, no dejaremos de servir a nuestro salvador Jesucristo.
La clave creo, está en vivir la vida enamorados de Dios y haciendo su voluntad no importa lo que cueste. Hasta que llegue a morir a mí mismo(a) y todos mis sueños, anhelos y pensamientos sean los de Cristo. Sólo así hallaremos la felicidad eterna.

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