La siguiente jornada que debemos enfrentar viajando por el desierto, es bastante incómoda. Según el diccionario 'Mara' significa 'amargo' o 'amargura'
Mara (heb. Mârâh [1], “amargo/or [amargura]”; heb. Mârâ’ [2], “amarga”). 1. Nombre de un manantial amargo en el desierto de Sur, en la ruta al Sinaí, donde los israelitas acamparon unos 3 días después de cruzar el Mar Rojo.
La historia la encontramos en Ex.15:22-26 donde se narra que el pueblo de Israel pasó 3 días sin hallar agua. ¿Te puedes imaginar una multitud cansada de hombres, mujeres, niños llorando, ancianos, animales caminando por el desierto clamando por agua?
Luego, como un milagro, aparece este oasis que hace saltar el corazón del pueblo de felicidad. Los que pueden salen corriendo, listos con sus cántaros para llenarlos con el precioso líquido, y de pronto...un grito de angustia, ¡el agua es amarga, no se puede beber!
La Biblia, durante todo el relato del éxodo, nos habla de los pensamientos del pueblo cada vez que enfrentaban las dificultades, era algo así: ¿Qué clase de Dios es este? ¿nos liberta de la esclavitud para luego dejarnos morir de sed en este desierto?
No juzgo al pueblo por la angustia, debió ser una situación desesperante, pero entiendo algo del mensaje que el Señor quiere enseñar aquí:
Todos tendremos la oportunidad de enfrentar la amargura, no importa nuestras buenas intensiones, lo bien que nos comportemos o las veces que Dios nos haya usado para servir en algún ministerio en la iglesia.
Pero, ¿para qué? Para ser refinados en nuestro carácter cristiano; para morir a nuestra mala naturaleza pecaminosa un poco, cada día. O dime, cómo aprenderemos a ejercer el perdón si no hay ofensas. Cómo ejercitamos la paciencia, la perseverancia, la fe y el amor, si no hay situaciones que lo exijan.
Los sabios con experiencia cuentan que, por lo general, las personas que nos hieren, son las que están más cerca o las que más amamos (esposos, hijos, hermanos, padres, etc.) por eso el dolor es tan intenso cuando ellos nos ofenden.
Es casi seguro que, mientras vivamos, podremos ser ofendidos profundamente, pero casi el 90% de las veces esas personas ni se percatan de lo que hicieron.
Hay un remedio contra la amargura, Moisés, por orden del Señor, corta un árbol y lo echa en las aguas, las cuales se endulzaron de inmediato. Este es símbolo de la Cruz de Cristo, un madero.
Leemos lo que dice Isaías 53:10 "Con todo eso, Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento. Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado, verá linaje, vivirá por largos días, y la voluntad de Jehová será en su mano prosperada"
Entonces, ¿Cómo aplicar 'la cruz' a las situaciones amargas? un anciano del Señor contó su testimonio:
"Yo había sido herido, profundamente, por un consiervo de la iglesia que yo amaba mucho. Me sentía destrozado por la decepción y pasé varios días sin poder comer bien, tampoco podía dormir, sólo podía pensar en este hombre y en el daño tan terrible que me había ocasionado. No dejé de luchar, hasta hice ayunos y pasaba tiempos en oración clamando al Señor por ayuda, ya no podía seguir viviendo de esta manera. Pero un día recibí una respuesta completamente inesperada, en mi corazón la voz de Dios fue muy clara, me dijo: este hombre no fue el que te hirió, ¡fui Yo el que te herí!"
Esta palabra lo libertó por completo de la amargura que lo tenía cautivo. Para todo aquel que es hijo de Dios hay un fuego purificador que debe atravesar, es morir en la cruz con Cristo cada día, y qué forma más efectiva de morir que soportar las injusticias de los hombres en amor al Señor, sin pelear por los derechos. Dice el predicador: Jehová es el que hace la herida, y él mismo la cura.
El anciano también definió lo que es la Amargura:
Es el dolor sin aplicar la cruz de Cristo.
La Biblia nos dice que para el alma hambrienta, todo lo amargo es dulce. (Proverbios 27:7)
Cuando Dios tiene un propósito contigo, el usará a personas, por lo tanto son sus herramientas para forjar la preciosa obra que quiere hacer en sus hijos e hijas. Si podemos hacer penetrar esta verdad en nuestros corazones, dejaremos prácticamente de guardar rencores, porque diremos: fue Jehová, no el hombre, el que me ha herido, por tanto, Él mismo me curará y al terminar su misteriosa obra, saldré más precioso(a) que el oro. ¡Aleluya!
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