Meditemos hoy sobre sobre el Salmo 119, el capítulo más largo de la Biblia. Muchos se desaniman cuando de leerlo se trata y ¡ni hablar de memorizarlo! parece una misión imposible, pero ¡cuán equivocados estamos!
Si dejamos que la Palabra de Dios se abra frente a nosotros, por la asistencia del Espíritu Santo, encontraremos unas verdaderas joyas escondidas aquí para enriquecer nuestras pobres almas. Tiene 176 versículos y fue escrito de una manera muy peculiar, en forma de acróstico usando las 22 letras del alfabeto hebreo. Bajo cada letra hay 8 versículos y así se desarrolla este hermoso salmo hasta el final. Los eruditos no se ponen de acuerdo sobre quién escribió el salmo, aunque los antiguos se lo asignan al rey David. Nosotros no entraremos en ese debate, pues el autor legítimo es el Espíritu Santo quien inspiró a los escritores de la Biblia y eso es lo más importante.
Comencemos con la letra Alef que, según los estudiosos, significa: Buey. También nos habla del número 1, del principio de todo. No es de locos meditar en el significado de cada letra, pues el Señor Jesús siempre usó parábolas, y la misma Biblia está llena de tipos y símbolos.
¿Por qué un buey? pensemos qué es un buey: un toro castrado que se usa como animal de tiro y también se aprovecha su carne. Antes era un fuerte y rudo toro, pero le inutilizaron su órgano reproductor. Parece que podemos deducir lo que el Señor comienza a mostrarnos, el principio para deleitarnos en esta ley de Dios: que sea extirpada de nosotros la habilidad de dar fruto en nuestras fuerzas humanas, ya que 'la carne para nada aprovecha' pero 'el Espíritu es el que da vida' (Juan 6:63)
Tiene sentido, porque todo aquel que pretenda andar en la Ley de Jehová, debe tomar su cruz cada día y seguir a Cristo, ¿a dónde? al calvario, la muerte del Yo.
Si fue David el escritor, éste sí que había experimentado la cruz en el transcurso de su vida. Él es llamado un hombre conforme al corazón de Dios, pero sus muchos errores y pecados quedaron escritos en el antiguo testamento, a mi modo de ver, como monumento a lo que la misericordia y la gracia divina puede hacer con un hombre rendido a Sus pies. Claro que recibió hasta el final de su vida cada triste consecuencia por sus pecados, si bien, Dios no le desamparó respaldando su reino y consolando su corazón adolorido en extremo. Imaginemos a un hombre experimentado en la presencia de Dios y en quebrantos, escribiendo estos primeros versos:
Bienaventurados los perfectos de camino, Los que andan en la ley de Jehová.
Bienaventurados los que guardan sus testimonios, Y con todo el corazón le buscan;
Pues no hacen iniquidad Los que andan en sus caminos.
Tú encargaste Que sean muy guardados tus mandamientos.
!!Ojalá fuesen ordenados mis caminos Para guardar tus estatutos! Entonces no sería yo avergonzado, Cuando atendiese a todos tus mandamientos.
Te alabaré con rectitud de corazón Cuando aprendiere tus justos juicios. Tus estatutos guardaré; No me dejes enteramente. (Sal.119:1-8)
Quizá David reflexionó: Señor, ya he vivido lo suficiente para reconocer que sólo dependo de tu amor. Hazme como un buey, dispuesto a doblegar mi cerviz por amor de ti y de este pueblo que tengo bajo mi responsabilidad, así mi alma hallará el descanso, porque Tu Yugo es fácil y ligera tu carga (Mateo 11:29-30). Ya he tropezado lo suficiente en mi propia sabiduría, ¡enséñame tus estatutos, ordena mis pasos!
Fueron muchos los enemigos del Rey David, hasta sus propios hijos le traicionaron, ese sí que debió ser un dolor muy difícil de llevar, pero él se apoyó en la Roca Eterna, tomó día tras día su cruz venciendo a TODOS sus adversarios y ganando un Reino que nunca tendrá fin (2 Samuel 7:12-16).
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