¿Qué es un Intercesor?

Extracto del Libro: Rees Howells Intercesor
Autor: Norman Grubb
Capitulo 12 | Páginas 39 a la 42


Dios busca intercesores pero raras veces los encuentra. 
Esto es evidente en Su exclamación afligida en Isaías: "Y vió que no había hombre, y se maravilló que no hubiera quien intercediera. . .". Su protesta de desilusión en Ezequiel nos muestra lo mismo: "Y busqué entre ellos hombre que hiciese vallado y se pusiese en la brecha delante de mí, a favor del pueblo,... y no lo hallé".
Tal vez los creyentes en general han considerado la intercesión sólo como una forma de oración intensificada. Lo es, siempre y cuando haya gran énfasis en la palabra "intensificada". Hay tres cosas por ser vistas en un intercesor, las cuales no se encuentran necesariamente en la oración ordinaria: identificación, agonía y autoridad.
La identificación del intercesor con aquellos por quienes intercede se ve perfectamente en el Salvador. De El se dijo que derramó Su alma hasta la muerte: Fue contado entre los transgresores; llevó el pecado de muchos, e hizo intercesión por los transgresores. Como Intercesor Divino que intercedió por un mundo perdido, apuró la copa de nuestra condición de perdidos hasta su última gota. El "gustó la muerte por todos". Para ello, en el sentido más completo posible, se sentó donde nosotros nos sentamos. El tomó nuestra naturaleza sobre Sí mismo y aprendió la obediencia por medio del sufrimiento. Fue tentado en todos los puntos en que nosotros lo somos y se hizo pobre para nuestro bien.
Finalmente se hizo pecado en nuestro lugar. Por tanto, obtuvo la posición de tener toda autoridad siendo Capitán de nuestra salvación, hecho perfecto a través del sufrimiento. Tiene plena comprensión de todo aquello por lo cual pasamos. De modo que puede vivir por siempre para interceder por nosotros. Por medio de súplicas efectivas al Padre, "puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios". La identificación es entonces, la primera ley del intercesor. El ruega con efectividad porque da su vida por aquellos por quienes intercede. Es su representante genuino. Ha sumergido sus propios intereses en las necesidades y sufrimientos de ellos y, hasta donde le es posible, ha tomado su lugar.
Hay otro Intercesor y en El vemos la agonía de este ministerio; porque El, el Espíritu Santo, "intercede por nosotros con gemidos indecibles". Este, el único intercesor presente sobre la tierra, no tiene corazones en los cuales pueda depositar Sus cargas, ni cuerpos a través de los cuales pueda sufrir y operar, a no ser los corazones y cuerpos de aquellos en quienes habita. Por medio de ellos, hace Su obra intercesora sobre la tierra. Se convierten en intercesores porque el Intercesor habita en ellos. Es una vida verdadera a la cual le llama, una vida igual, en menor medida, a la que el Salvador mismo vivió en la tierra.
Pero antes de El poder guiar a un vaso escogido a tal vida de intercesión, primero tiene que tratar a fondo con todo lo que es natural. Trata con el amor al dinero, la ambición personal, el afecto natural por los padres y seres amados, los apetitos del cuerpo, y el amor a la vida misma. Todo lo que aún a un hombre convertido lo obliga a vivir para sí, para su propia comodidad o provecho, para su propio progreso, hasta para su propio círculo de amigos, tiene que ir a la cruz. No es una muerte teórica sino una crucifixión real con Cristo, tal como sólo el Espíritu Santo puede hacer real en la experiencia de Su siervo. Debemos apropiarnos del testimonio de Pablo; como crisis y proceso: "He sido y sigo con Cristo juntamente crucificado". El ego debe ser liberado de sí mismo para convertirse en agente del Espíritu Santo.
Cuando procede la crucifixión, comienza la intercesión por medio de cargas y de llamados a obediencia, el Espíritu empieza a vivir Su propia vida de amor y sacrificio por un mundo perdido a través de Su canal ya limpio. Esto lo vemos en la vida de Rees Howells. En su mayor altura también lo vemos en las Sagradas Escrituras. Miremos a Moisés, el joven intercesor, dejando el palacio por libre elección para identificarse con sus hermanos esclavos. Veámoslo acompañándolos a través del desierto. Contemplemos cómo alcanza la cumbre misma de la intercesión cuando la ira de Dios estaba sobre ellos debido a la idolatría; y su destrucción como pueblo era inminente. No es su cuerpo lo que ofrece por ellos como intercesor, sino su alma inmortal: ". Que perdones su pecado, y si no, ráeme ahora de tu libro te ruego". Efectivamente, llamó esto "hacer expiación" por ellos.
Veamos al apóstol Pablo, admirable hombre de la nueva dispensación, tal como Moisés lo fue de la antigua. Durante años su cuerpo, por medio del Espíritu Santo, fue un sacrificio vivo para que los gentiles pudieran recibir el Evangelio; finalmente, su alma inmortal fue ofrecida sobre el altar. El mismo que estuvo regocijándose con los Romanos porque nada podía separarlos a él y a ellos del amor de Dios (Ro. S), dice un momento más tarde, con el Espíritu por testigo, que desearía ser él mismo "anatema, separado de Cristo, por amor a mis hermanos, los que son mis parientes según la carne" (Ro. 9). Este es un intercesor en acción. 
Cuando el Espíritu Santo realmente vive en un vaso escogido, no hay límites para los extremos a los cuales lo lleva en Su pasión por advertir y salvar a los perdidos. Isaías, aquel aristócrata, tuvo que andar "desnudo y descalzo" durante tres años, como una advertencia a Israel. ¡Difícilmente podemos creer tal cosa! Oseas tuvo que casarse con una prostituta para mostrar a su pueblo que el Esposo celestial estaba dispuesto a recibir a Su esposa adúltera. A Jeremías no se le permitió casarse, como una exhortación a Israel contra los terrores y tragedias de la cautividad. 
A Ezequiel no se le dejó derramar una lágrima por la muerte de su esposa, "el deleite de sus ojos". Y así podríamos continuar con la lista. . . Cada instrumento usado grandemente por Dios ha sido, en su medida, un intercesor: Wesley por la Inglaterra apóstata; Booth por los que estaban en la miseria; Hudson Taylor por la China; C.T. Studd por el mundo no evangelizado...
Pero la intercesión es más que el Espíritu compartiendo sus gemidos con nosotros y viviendo Su vida de sacrificio por el mundo a través de nosotros. Es el Espíritu logrando Sus fines de gracia abundante. Si el intercesor conoce la identificación y la agonía, también conocerá la autoridad. Es la ley del grano de trigo y la cosecha: ". . . si muere, lleva mucho fruto". La intercesión no es substitución por el pecado. Solamente ha habido un Substituto para un mundo de pecadores, Jesús el Hijo de Dios. 
Pero la intercesión se identifica tanto el intercesor con el sufriente, que le da un lugar prevaleciente delante de Dios. Conmueve a Dios. Hasta hace que El cambie de forma de pensar. Logra su objetivo o, más bien, el Espíritu lo logra a través de él. Fue así como Moisés, por medio de la intercesión, se convirtió en el salvador de Israel y previno la destrucción de ellos. No podemos dudar que el acto supremo de intercesión por parte de Pablo por el pueblo escogido de Dios resultó en la gran revelación que le fue dado en aquella época; la evangelización del mundo y la salvación final de Israel (Ro. 10 y 11). Esta intercesión misma permite a Dios llevarla a cabo. El señor Howells hablaba a menudo de la "posición de intercesión obtenida", y la verdad de esto es obvia en muchas ocasiones en su vida. Es un hecho experimentado.
Cuando se paga el precio, se cumple con la obediencia y las luchas interiores y los gemidos se ejercitan a capacidad, entonces "viene la Palabra de Dios". El débil canal es revestido con autoridad por el Espíritu Santo y puede emitir la palabra de liberación. Se hacen "mayores obras". No solo esto, sino que se obtiene y se mantiene una nueva posición de gracia. Aún entonces, esa gracia solamente puede ser apropiada y aplicada en cada instancia bajo la guía directa del Espíritu. El señor Howells, usando las frases del Sr. Mueller, lo describía como entrando a "la gracia de la fe", en contraste con recibir "los dones de fe". 
Lo que quería decir era que cuando oramos en forma normal podemos esperar
que Dios, en Su bondad, nos dé lo pedido. Si lo hace, nos regocijamos; es Su regalo para nosotros; pero no tenemos el poder o la autoridad para decir que siempre vamos a recibir la misma respuesta en cualquier ocasión. Tales son los dones de fe. Pero cuando un intercesor ha logrado el lugar de intercesión en cierto campo, entonces ha entrado a la "gracia de la fe". Junto a ese sitio especial está abierto para él el inmensurable mar de la gracia de Dios. Ese es el lugar de la intercesión obtenida.
Rees Howells se refirió a la experiencia de Jorge Muller. El señor Mueller nunca había logrado un lugar de intercesión sobre la enfermedad, pero en una ocasión Dios levantó una persona por quien él oró. En otra ocasión, oró por otra persona enferma pero no hubo sanidad. Sin embargo, el señor Muller dijo que este no era un fracaso en la oración.
Dijo que él nunca había logra, do un lugar de intercesión sobre la enfermedad y que por eso la respuesta a la primera oración era meramente un "regalo de fe", el cual no tenía necesariamente que repetirse. Pero sí había obtenido un lugar de intercesión por los huérfanos. Siempre estaba listo a ser el primero en sufrir por ellos. Si sólo había comida para todos menos uno, él era quien se quedaba sin comer. En cuanto a provisión, Dios lo hizo responsable de ver que todas las necesidades se suplieran siempre. Las puertas del Tesoro de Dios habían sido abiertas permanentemente para él, y podía tomar todo lo que necesitaba.
El Pastor Blumhardt, de Alemania, por su parte, era un hombre que había logrado una posición de intercesión por los enfermos. En sus primeras luchas con los espíritus malignos, pasó más de 18 meses de oración y ayuno antes de lograr la victoria final. Hubo quejas de que estaba siendo negligente con su trabajo ministerial por dedicarse a sanar a los enfermos. Pero él dijo que el Señor le había dado la parábola del amigo a medianoche y los tres panes y que aunque indigno, seguiría golpeando a las puertas. El oraba y Dios obraba.
No solamente fueron bendecidas cientos de personas, sino que dejó sentado un precedente para la iglesia. Después de la victoria final, logró acceso al Trono con tal facilidad que a menudo, cuando las cartas llegaban pidiendo oración por gente enferma podía saber la voluntad de Dios en cuanto a si iban a ser sanados o no, con sólo levantar la vista por un momento. Se dolía tanto con los sufrimientos de los demás, que rogaba por ellos como si lo hiciera por sí mismo. Eso era intercesión.

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