El Obediente Siervo de Dios


George Henry Lang | 1874-1958
Extracto del Libro | Ellos Conocieron a Su Dios | página. 256,257,259,264,265

La madre de George falleció 8 días después de su nacimiento y dos años más tarde su madrastra jugó un papel muy importante en su vida de niño y como cristiano.
aquí está el relato en sus propias palabras:

"Mientras él se estaba recuperando de una enfermedad, ella se sentó a su lado y platicó con él de una forma calmada y tranquila, y mientras ella hablaba, el Espíritu de Verdad habló a través de ella...no dijo nada diferente a lo que ya había oído desde la infancia, pero ¡qué nueva y poderosa influencia ejerció! Ella habló del pecado y yo me sentí el peor pecador bajo el sol. No se mencionaron pecados en particular , pero allí se levantaron frente a mí falsedades infantiles, pequeños hurtos, enojo, desobediencia, etc. Yo vi esto como culpa, como maldad como algo que me hacía detestable ante el Dios Santo y su ira santa [...] 
Ella continuó recordándome Su infinito amor, amor tan poderoso que Él envió al mundo a Su único y amado Hijo con el propósito de salvar a los pecadores[...] como lo puede hacer un niño pequeño, acepté con agradecimiento el perdón ofrecido. Y sabía que estaba verdaderamente arrepentido, y me sentía demasiado agradecido como para ignorar que el horrible destino del pecador, que yo tanto merecía, no sería nunca mi destino, porque Dios me había amado, Cristo me había librado al morir por mí; yo era salvo. Sí, yo era salvo y lo sabía. "

Ya como joven adulto, había cultivado por largo tiempo, un afecto secreto ya ardiente por una joven cristiana de su círculo de amigos. George no le había dado conscientemente ni una pista de su estimación, pero en determinado momento Dios le mostró en su corazón, que debía renunciar a ese afecto. Esta fue una experiencia muy conmovedora, pero por medio de la oración y autodisciplina, él pudo obedecer la orden divina. Más tarde llegó a ser evidente que ella no habría podido ser una compañera adecuada en la vida a la que Dios estaba guiándolo, y para la cual lo estaba preparando cuidadosamente.

Un incidente ilustra su ministerio en la india:

"Se acercó a mí una seria joven que era maestra en una escuela. Ella deploraba que durante mucho tiempo había sentido celos de sus compañeros de trabajo. Si el director hablaba o miraba amablemente a otro miembro del personal, inmediatamente ella se sentía profundamente celosa de esa persona. Se sentía tan obsesionada, y su vida interior estaba tan destruida, que pensó en regresar a su hogar en América, a menos que pudiera ser liberada de esto.

Ahora bien, hay que asegurarse de que tal enfermedad en el plano moral no es un síntoma de una enfermedad en algún órgano físico[...]pero ella nunca había sido tan afectada en años anteriores, y su salud era buena en general.
Yo le dije que la Biblia daba una explicación de su caso, pero que era dolorosa y humillante. Santiago 3:14-15 dice que los amargos celos son terrenales (no del cielo), almáticos (no de la nueva naturaleza espiritual) y, sí, demoníacos; y que de alguna forma sin duda no reconocida por ella, le había dado acceso a un demonio para que la infectara con este maligno sentimiento.

Yo la presioné, entonces, diciéndole que si ella humildemente aceptaba esto como una explicación del asunto por parte de Dios, podría clamar con humildad por la promesa de 1 Juan 3:8 "Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo." Con amargas lágrimas ella se inclinó delante de Dios, y reclamando la promesa de liberación, fue inmediata y permanentemente liberada."

"[...] Mucho antes de que fuera llamado a abandonar los negocios seculares para ser separado para el evangelio, el amor de Dios me había enseñado a contentarme con mantener bajos mis gastos personales y usar para otros la totalidad del excedente. Durante 30 años yo no he hecho circular cartas para cubrir mis viajes y otras empresas. Y yo he probado así la profunda firmeza de la resolución de George Müller de que él no tocaría a la puerta de hombre alguno, hasta comprobar que la puerta de su Padre Celestial estaba cerrada para él. Este fue un argumento válido y prevaleciente de Catalina de Siena, quien decía estar preparada para ser la segunda a quien Dios fallara en cumplir Su palabra, pero que no estaba dispuesta a ser la primera."



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