El Camino del Peregrino

En el viaje de la vida hemos de transitar por diversos tramos en la carretera. Algunos se nos hacen familiares y vamos conduciendo nuestro auto confiadamente, otros son desconocidos causándonos confusión y ansiedad, no sabemos lo que vamos a hallar y cuánto tiempo durará, lo único que podemos hacer es avanzar hacia lo incierto y elevar una plegaria al cielo, para que podamos llegar al lugar correcto.

La duración del viaje puede variar para muchos. Si llevas un GPS puedes ir seguro, sino, de cuando en vez te detienes y preguntas a los demás viajeros que te encuentras por ahí dónde debes hacer el próximo giro, para tomar la decisión más acertada.

Algunos tramos de la carretera están bien hechos: caminos pavimentados y rectos, muy bien señalizados y hasta el que nunca ha pasado por allí puede guiarse sin perder tiempo. Otros tramos son difíciles, tiene baches y derrumbes de tierra y piedras gigantes al lado del camino, en donde los autos deben detenerse y hacer una fila interminable hasta que los encargados abran el paso y todos podamos continuar el recorrido. 

¿Por qué hablar de todo esto? Bien, el Señor en su Palabra nos dice que los cristianos somos peregrinos en esta tierra y viajeros hacia la eternidad. No nos han prometido que el viaje será fácil y seguro, en cambio, nos prometieron el poder del Espíritu Santo y fuego, una armadura impenetrable de Dios que es puesta sobre nuestro frágil ser para pelear las batallas del Señor, el cuidado de pastores fieles, la guía de profetas verdaderos y una comunidad de creyentes que se animan y cuidan unos de otros, la asistencia de los ángeles de Dios, etc.¿quieres más?

Hace poco hicimos un viaje a otra ciudad vía terrestre. Fue muy interesante el cuidado que las autoridades ponen en cada detalle de las vías, por ejemplo: la iluminación en la noche con inmensas lámparas, las advertencias de curvas peligrosas y resaltos para disminuir la velocidad. También vi una fila interminable de letreros que ofrecían ayuda a los viajeros con servicios de ambulancia, mecánicos y grúas. Verdaderamente era un placer conducir por allí. Esto me recuerda el cuidado que el Señor Jesucristo tiene hacia sus peregrinos, sus hijos e hijas que han creído y confiado en él mientras van transitando por este mundo. Nos muestra que Él está en control de este viaje y, aunque no lo parezca en nuestra mente por lo difícil del viaje, tenemos a nuestra disposición el auxilio del cielo "en caso de accidente o averías del auto".

Más tarde, tuvimos que viajar a un pueblo cercano y... perdimos el camino correcto. Las vías no eran como las recordaba, todo estaba cambiado y no quisimos preguntar, seguimos el instinto y retrasamos el viaje varias horas. llegamos a una carretera abandonada de la que ya no podíamos devolvernos, solo se podía avanzar hasta encontrar la salida. Yo pensaba: "debimos preguntar primero a los lugareños". Fue algo angustiante y peligroso, pero el Señor estaba allí enseñando una valiosa lección. 

No siempre las cosas son como las recordamos en el pasado, no siempre nuestros pensamientos o el instinto serán la guía segura. Quizá ocurrirán cambios inesperados que nos obligarán a tomar decisiones muy serias para poder llegar al destino trasado. Dios muchas veces permite que atravesemos situaciones angustiantes y desconocidas donde será probada nuestra fe y confianza en Dios, donde debemos ser humildes y pedir un sabio consejo. 

Recuerdo que mientras íbamos por aquel camino abandonado, orábamos, nos reíamos y agradecíamos al Señor su misericordia a pesar de nuestra mala decisión al tomar esa dirección. Atravesamos un hermoso paisaje mientras avanzábamos y nos ejercitamos en creer y esperar a que nuestro fiel Dios nos ayudara, de alguna forma, a encontrar el camino correcto, y ¡Él lo hizo! Por fin encontramos el camino hacia el pueblo donde debíamos ir a servir al Señor y compartir el evangelio. Algunos estaban tan asustados que pensaron en volver, sin importar la misión que ya se nos había encomendado, pero gracias a Dios, no había otra opción sino avanzar y confiar en el Padre Celestial.

Cuando llegamos al pueblo compartimos con la familia y oramos con otros hermanos. El Señor nos visitó dulcemente y vimos con alegría, cómo sí valió la pena todo el esfuerzo del camino.

Gracias a Dios por esos duros momentos donde no queda otra opción más que avanzar y esperar a ver las maravillas que el Señor ha planeado de antemano para que su pueblo le sirva, se goce y se enamore más y más de su Salvador y Dios.

He aprendido que en esta peregrinación no debemos anhelar que todo nos salga bien y fácil. Lo que debemos anhelar con todo el corazón es que la voluntad de Dios se cumpla en nosotros y en la iglesia, que su nombre sea glorificado y, en ese orden, nosotros encontraremos gozo, paz y felicidad. Hallaremos el verdadero propósito de existir en esta tierra. Ya no nos sentiremos absurdos al despertar cada mañana porque sabremos a lo que fuimos llamados, por experiencia diaria de confiar en Dios y verlo en toda situación. Conoceremos quién es Aquel que nos llamó y porqué no debemos renunciar a Él ¡jamás!

Leamos lo que el salmista experimentó cuando vio lo que sucedía a su alrededor y cómo concluye al contemplar a Jehová su Dios:


Por qué estás lejos, oh Jehová,
Y te escondes en el tiempo de la tribulación?

Con arrogancia el malo persigue al pobre;
Será atrapado en los artificios que ha ideado.

Porque el malo se jacta del deseo de su alma,
Bendice al codicioso, y desprecia a Jehová.

El malo, por la altivez de su rostro, no busca a Dios;
No hay Dios en ninguno de sus pensamientos.

Sus caminos son torcidos en todo tiempo;
Tus juicios los tiene muy lejos de su vista;
A todos sus adversarios desprecia.

Dice en su corazón: No seré movido jamás;
Nunca me alcanzará el infortunio.

Llena está su boca de maldición, y de engaños y fraude;
Debajo de su lengua hay vejación y maldad.

Se sienta en acecho cerca de las aldeas;
En escondrijos mata al inocente.
Sus ojos están acechando al desvalido;

Acecha en oculto, como el león desde su cueva;
Acecha para arrebatar al pobre;
Arrebata al pobre trayéndolo a su red.

Se encoge, se agacha,
Y caen en sus fuertes garras muchos desdichados.

Dice en su corazón: Dios ha olvidado;
Ha encubierto su rostro; nunca lo verá.

Levántate, oh Jehová Dios, alza tu mano;
No te olvides de los pobres.

¿Por qué desprecia el malo a Dios?
En su corazón ha dicho: Tú no lo inquirirás.

Tú lo has visto; porque miras el trabajo y la vejación, 
para dar la recompensa con tu mano;

A ti se acoge el desvalido;
Tú eres el amparo del huérfano.

Quebranta tú el brazo del inicuo,
Y persigue la maldad del malo hasta que no halles ninguna.

Jehová es Rey eternamente y para siempre;
De su tierra han perecido las naciones.

El deseo de los humildes oíste, oh Jehová;
Tú dispones su corazón, y haces atento tu oído,

Para juzgar al huérfano y al oprimido,
A fin de que no vuelva más a hacer violencia el hombre de la tierra.

(Salmos 10)


 

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