Extracto del Libro: Esperando en Dios
Autor: Andrew Murray
El Salmo 104 es un Salmo de la Creación, y las palabras: «esperan en ti», se referían a la creación animal. Aquí, tenemos un Salmo del Reino, y las palabras «los ojos de todos esperan en ti», aparecen especialmente para indicar las necesidades de los santos de Dios, de todos los que caen y que se encorvan. Lo que hacen en el universo de los animales creados de modo inconsciente, el pueblo de Dios lo hace de modo inteligente y voluntario. El hombre ha de ser el intérprete de la Naturaleza. El hombre ha de mostrar que no hay nada más noble y más bienaventurado en el ejercicio de nuestro libre albedrío o voluntad que el usarla para esperar en Dios.
Si se ha enviado un ejército para una marcha en un territorio enemigo, y los informes que se reciben del mismo es que no avanzan, al punto se presenta la pregunta de cuál es la causa de la demora. La respuesta es con frecuencia: «Están esperando provisiones.» Las provisiones que se esperaban: vestido, municiones, etc., no han llegado; sin ellas no se puede avanzar. No es de modo diferente en la vida cristiana: día a día, paso a paso, necesitamos provisiones desde arriba. Y no hay nada más necesario que cultivar este espíritu de dependencia en Dios y confianza en El, que rehúsa seguir adelante sin la necesaria provisión de gracia y fuerza.
Si se hace la pregunta de si hay algo diferente en esto de lo que hacemos cuando oramos, la respuesta es que con frecuencia hay mucha oración pero poco esperar en Dios. En la oración estamos con frecuencia ocupados con nosotros mismos, nuestras necesidades, nuestros propios esfuerzos en la presentación de las necesidades. Al esperar en Dios, el primer pensamiento es en el Dios en el cual esperamos. Entramos en su presencia y sentimos que necesitamos quedar en silencio, de modo que El, como Dios, nos cubra con su sombra. Dios se deleita en revelársenos, en llenarnos de su presencia. El esperar nosotros en Dios le da tiempo para que a su agrado y según su divino poder venga a nosotros.
Es especialmente en el momento de la oración que deberíamos cultivar este espíritu. Antes de orar, inclina quietamente tu cabeza ante Dios, para recordar y comprender lo que El es, cuán cerca está de ti, cuán ciertamente puede y quiere ayudarte. Estate quieto delante de Él, y permite que su Santo Espíritu te despierte y active en tu alma una disposición como de niño, de absoluta dependencia y expectativa confiada. Espera en Dios como un Dios vivo, que se fije en ti, y que desee llenarte de su salvación. Espera en Dios hasta que sepas que estáis juntos; la oración entonces será algo distinto.
Y cuando estás orando, que haya intervalos de silencio, quietud reverente del alma, en la cual te rindas a Dios, en caso de que haya algo que El quiera enseñarte u obrar en ti. El esperar en El será la parte más bendita de la oración, y la bendición así obtenida será doblemente preciosa como fruto de esta comunión con Aquel que es Santo. Dios ha ordenado, en armonía con su santa naturaleza y la nuestra, que el esperar en El sea un honor que le damos. Démosle servicio con alegría y verdad; El lo recompensará en abundancia.
«Los ojos de todos esperan en ti; y tú les das su comida a su tiempo.» Querida alma, Dios provee en la Naturaleza para las criaturas que ha hecho. ¡Cuánto más proveerá en gracia para aquellos que Él ha redimido! Aprende a decir de toda necesidad, de todo fracaso, de toda falta de gracia: he esperado poco en Dios, de otro modo El me habría dado lo que necesitaba a su tiempo. Y luego di, también:
¡Mi alma ha esperado sólo en ti, oh Jehová!
Comentarios
Publicar un comentario