Extracto del libro: El Intercesor | Capítulo 24 | pág. 75-77Autor: Norman Grubb
Normalmente los nuevos misioneros pasan un tiempo considerable en el estudio del lenguaje, en aclimatarse, y en acostumbrarse a la vida en un país nuevo. Pero la gente ya había oído que el señor y la señora Howells venían de la tierra donde fue el avivamiento, e inmediatamente les preguntaron si habían traído con ellos esa bendición. Rees les dijo que la Fuente de todo avivamiento es el Espíritu Santo y que Él podría hacer entre ellos lo que ya había hecho en Gales. Le solicitaron que predicara al respecto, por intérprete desde luego. En el lenguaje de ellos no había una palabra que tradujera el vocablo 'avivamiento', así que les habló de Pentecostés. Les dijo que era Dios quien había descendido en aquel entonces, moviéndose en los corazones de los hombres y las mujeres, que había arrastrado multitudes al Reino, y que haría lo mismo con ellos si estuvieran dispuestos a arrepentirse.
En las siguientes reuniones que estuvieron a cargo del señor Howells, continuó hablándoles sobre avivamiento y en seis semanas el Espíritu comenzó a moverse entre los cristianos. Un viernes por la noche, cuando cerca de una docena de ellos estaban reunidos en la casa de los Howells, la señora Howells les enseñó el coro "Señor, envíanos un avivamiento y permite que empiece en mí". El Espíritu descendió sobre ellos mientras cantaban, y continuaron cantando los días siguientes en sus lugares de siembra y en todas partes. Mientras el señor Howells los escuchaba, reconoció un sonido que había oído en el avivamiento galés. "Lo reconoces cuando lo oyes", dijo, "pero no puedes reproducirlo; ya el jueves siguiente, yo también estaba cantándolo. Había algo en ello que lo cambia a uno, y lo introduce a la quietud de Dios".
Aquella noche como acostumbraban cada jueves, los cuatro misioneros se reunieron para leer la Biblia y orar. Mientras estaban de rodillas, el Señor le habló a Rees diciéndole que su oración había sido oída y que vendría un avivamiento. El les pidió a todos que se levantaran, no había necesidad de más oración; El Espíritu Santo iba a descender para proporcionar un Pentecostés en su distrito. Tan grande era el poder de esa promesa de Dios, que estaban a la expectativa desde aquel mismo momento. Cada vez que alguien tocaba a la puerta, creían que era alguien viniendo a decirles que el Espíritu había descendido.
Esperaron así durante dos días, y el sábado Él llegó. Veamos el relato del señor Howells sobre los días que siguieron:
"Era domingo, diez de octubre, día de mi cumpleaños. Mientras predicaba en la mañana, podía sentir al Espíritu Santo descendiendo sobre la congregación. En la noche, El descendió. Nunca podré olvidarlo. Descendió sobre Kufase, una mujer joven, quien había ayunado durante tres días bajo la convicción de que no estaba lista para la Venida del Señor. Mientras oraba se quebrantó llorando, y en cinco minutos toda la congregación estaba llorando ante Dios. El poder descendió como un relámpago y un trueno. Yo nunca había visto algo así, ni siquiera en el avivamiento galés. Lo había oído nombrar respecto a Finney y otros. El cielo se había abierto, y no había suficiente espacio para contener la bendición. Estuve absorto en el Espíritu y oré tanto como ellos. Todo lo que podía decir era 'Él ha llegado'. Así seguimos hasta tarde en la noche; no podíamos terminar la reunión. Lo que Dios me había, dicho antes de salir al África estaba sucediendo ahora, en solamente seis semanas.
No es posible describir bien las reuniones en las cuales desciende el Espíritu Santo. Jamás olvidaré el sonido que hubo en el distrito aquella noche; era las voces de gente orando en cada choza. "Al día siguiente Él llegó de nuevo, y la gente estuvo de rodillas hasta las seis de la tarde. Continuaron así durante seis días, y comenzaron a confesar sus pecados y a ser libres según el Espíritu Santo los ayudaba. Recibían el perdón de sus pecados, y conocían al Salvador como sólo el Espíritu Santo puede revelarlo. Todo el que se acercaba quedaba bajo el encanto del Espíritu. Las personas se ponían de pie para dar sus testimonios, y no era nada extraño ver a 25 de pie al mismo tiempo. Al final de una semana, casi todos habían confesado. Celebramos dos reuniones diarias de avivamiento durante quince meses sin una sola interrupción, y las reuniones de los viernes duraban todo el día. Cientos se convirtieron, pero esperábamos más; los diez mil a los cuales Él nos había dicho que teníamos derecho".
Cuando llegaron a Inglaterra las noticias de esta demostración del Espíritu Santo, y de su expansión a las estaciones cercanas, la señora Bessie Porter Head, la esposa de Albert Head, publicó dos folletos. Los tituló Avance en Gazaland y Retrospecto y Avivamiento, en Gazaland.
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