Extracto del Libro: Esperando en Dios
Autor: Andrew Murray
Integridad y rectitud me guarden, Porque en ti he esperado. (Salmo 25:21.)
Por tercera vez en este Salmo tenemos la palabra «esperar». Como antes, en el versículo 5: «En ti he esperado todo el día.» Lo mismo ahora, el creyente que suplica, clama a Dios para que recuerde que él ha estado esperando una respuesta. Es una gran cosa para un alma no sólo esperar en Dios, sino también el darse cuenta plenamente de que su espíritu y posición es la de uno que espera, que puede decir en una confianza infantil:
« ¡Señor ya sabes que estoy esperando en Ti!» Será un ruego con poder en la oración, que nos dará más y más osadía en la expectativa para reclamar la promesa: « ¡El que espera en ti no será confundido!»
La oración en relación con la cual se presenta aquí el ruego es de gran importancia en la vida espiritual. Si nos acercamos a Dios, debe ser con un corazón sincero. Debe haber una integridad perfecta, una sinceridad absoluta en nuestros tratos con Dios. Como leemos en el Salmo siguiente (26: 1, 11):
«Júzgame, oh Jehová, porque yo en mi integridad he andado... mas yo andaré en mi integridad», debe haber una rectitud perfecta y una integridad total ante Dios, como está escrito: «Su justicia es para el recto de corazón.» El alma debe saber que no permite nada pecaminoso, nada engañoso; si ha de verse con el Altísimo y recibir su plena bendición, su corazón debe ser íntegro y totalmente entregado a su voluntad. El espíritu todo que nos anima en la espera debe ser: «En rectitud e integridad.» Tú ves que yo deseo venir a Ti, Tú sabes que yo deseo que Tú obres la rectitud y la integridad en mí; que ellas me «guarden, porque espero en Ti».
Y si en nuestro primer intento sincero de vivir plenamente esperando en todo momento en Dios, empezamos a descubrir cuánto le falta a esta integridad perfecta, ésta será una de las bendiciones que el esperar debía proporcionarnos. Un alma no puede buscar la comunión íntima con Dios, o alcanzar la consciencia permanente de estar esperando en Dios todo el día, sin una entrega sincera y total a su voluntad.
«Porque en ti he esperado». No es sólo en relación con la oración de nuestro texto, sino con cada oración que puede usarse este ruego. El usarlo será con frecuencia una gran bendición para nosotros. Por tanto estudiemos las palabras bien hasta que conozcamos su significado.
Debe ser claro para nosotros lo que estamos esperando. Puede tratarse de cosas diferentes. Puede ser esperar en Dios en nuestros momentos de oración para que ocupe el lugar que le corresponde como Dios, para darnos el sentimiento de su santa presencia y proximidad. Puede ser una petición espiritual, cuya respuesta estamos esperando. Puede tratarse de nuestra vida entera, en la cual estamos buscando que Dios manifieste su poder. Puede ser el estado entero de su Iglesia y de sus santos, o alguna parte de su obra, aquello para lo que nuestros ojos se dirigen a Dios. Es bueno que averigüemos de vez en cuando cuáles son exactamente las cosas que esperamos, y cuando digamos claramente de cada una de ellas:
«Espero en Ti acerca de esto», nos atreveremos a reclamar la respuesta: «Porque en Ti he esperado».
Debe sernos claro también cuál es la persona en la que esperamos. No un ídolo, un Dios del cual nosotros nos hemos hecho una imagen en nuestra concepción de lo que es. No, sino un Dios vivo, tal como realmente es en su gran gloria, su santidad infinita, su poder, sabiduría, bondad, amor y proximidad. Es ante la presencia de un dueño a quien ama que el siervo se despierta y se refuerza en él su deseo de servirle.
Esperemos quietos, adorando, hasta que nos demos cuenta de lo cerca de nosotros que está y entonces digamos: «En ti he esperado».
Y luego, que quede bien claro que le estamos esperando. Que esto se halle claro en nuestra consciencia y que nos venga espontáneamente la expresión: «En Ti espero todo el día; espero en Ti» Esto, sin duda, implicará sacrificio y separación, un alma entregada completamente a Dios como su todo, su único gozo. Este esperar en Dios apenas ha sido reconocido como el único Cristianismo verdadero. Y a pesar de ello si es verdad que sólo Dios es bondad, gozo y amor; si es verdad que nuestra mayor bendición consiste en tener tanto de Dios como podemos; si es verdad que Cristo nos ha redimido por completo para Dios, y nos ha hecho posible el permanecer continuamente en su presencia, nada debería satisfacernos sino el respirar en esta bienaventurada atmósfera:
"Espero en Ti"
¡Mi alma espera sólo en Ti, oh Dios!
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