La mujer cananea no quiso tomar por negativas verdaderas las que eran sólo aparentes; sabía que el Señor era misericordioso. El Señor vindicará a los suyos aunque emplee a veces largo tiempo. El Señor me ha esperado mucho más tiempo que yo a El; y lo mismo le ocurrió a David. "Resignadamente esperé," dice (Salmo 40:l); o sea, pasó mucho tiempo antes de que el Señor me respondiera, aunque por fin "inclinóse a mí y oyó mi clamor." El mejor remedio para esto es un entendimiento bien informado e iluminado. ¡Lástima que haya en el mundo tantas pobres almas que temen verdaderamente al Señor, y que, por no estar bien instruidas, a menudo están dispuestas a darlo todo por perdido, cada vez que Satanás emplea una de sus tretas y tentaciones! Que el Señor se compadezca de ellas y les ayude a orar con el Espíritu, y también con entendimiento.
Aquí podría mencionar gran parte de mi propia experiencia. En mis accesos de agonía espiritual, he tenido fuertes tentaciones de rendirme y no buscar más al Señor; pero habiéndome hecho entender cuán grandes pecadores eran aquellos de quienes Él ha tenido misericordia, y cuán grandes eran sus promesas a los pecadores; y que no era al que estaba sano, sino al enfermo; no al justo, sino al pecador; no al que está lleno, sino al que está vacío, a quienes comunicaba Su gracia y Su misericordia, esto, por medio de la ayuda de su Santo Espíritu, hizo que me adhiriese a Él, que me apoyara en Él, y que al mismo tiempo clamara, aunque de momento no envió respuesta.
¡Que el Señor ayude a todo este pueblo pobre, tentado y afligido, a hacer lo mismo, y a perseverar, aunque tenga que esperar mucho tiempo!
Pregunta 1. ¿Pero qué hemos de hacer los pobres que no sabemos orar? El Señor sabe que yo no sé cómo se debe orar, ni qué se debe pedir.
-Respuesta. ¡Pobre corazón! Te lamentas de que no sabes orar. ¿Puedes ver tu miseria? ¿Te ha mostrado Dios que por naturaleza estás bajo la maldición de su ley? Si es así, no yerres; sé que gimes, y muy amargamente por cierto.
Estoy persuadido de que apenas puedes hacer nada en tu trabajo diario sin que la oración brote de tu pecho. ¿No han subido tus lamentos al cielo desde todos los rincones de tu casa? Sé que es así; y también tu propio corazón apesadumbrado testifica de tus lágrimas, del olvido de tu vocación, etc. ¿No es cierto que tu corazón está tan lleno de deseos de las cosas de otra vida, que a veces olvidas aun las de este mundo? Lee Job 23: 12.
Pregunta 2. Sí, pero cuando voy a mi cámara secreta y trato de derramar mi alma ante Dios, apenas puedo decir nada en absoluto.
Respuesta. (a) ¡Ah, querida alma! No es a tus palabras a lo que Dios presta más atención, de modo que no te escuche si no te presentas ante El con algún elocuente discurso. No; su vista está puesta en el quebrantamiento de tu corazón; y esto es lo que hace que los afectos mismos del Señor se desborden: "Al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios" (Salmo 51:17).
(b) La escasez de tus palabras puede ser debida a la mucha congoja de tu corazón. David estaba a veces tan apenado que no podía hablar (Salmo 77:3, 4). Empero hay algo que puede servir de consuelo a todos los corazones apesadumbrados como tú, a saber: que aunque debido a la angustia del espíritu no puedes hablar mucho, el Espíritu Santo pone en tu corazón gemidos y suspiros tanto más vehementes; aun cuando tu boca está cerrada, ¡tu espíritu no! Moisés, según ya hemos dicho, hizo resonar el cielo con sus oraciones, bien que no leemos que saliera una sola palabra de su boca. Pero....
(c) Si deseas expresarte más plenamente ante el Señor, considera, primeramente, tu corrompida condición; en segundo lugar, las promesas de Dios; y en tercer lugar, el corazón de Cristo, que tú puedes conocer o discernir por su condescendencia y él derramamiento de su sangre, y por la misericordia que ha otorgado antes a grandes pecadores.
Presenta, pues, tu propia vileza, a modo de lamentación; la sangre de Cristo, a modo de argumento; y en tus oraciones, que la misericordia que El ha concedido a otros grandes pecadores, junto con sus abundantes promesas de gracia, abunde en tu corazón. Al mismo tiempo, permite que te aconseje lo siguiente: No te contentes con palabras, y no creas tampoco que son lo único que Dios mira; pero tanto si tus palabras son pocas como si son muchas, que tu corazón las acompañe. Entonces le buscarás y le hallarás, porque le buscarás de todo tu corazón (Jeremías 29:13).
Pregunta 3. Pero si al parecer has hablado contra toda manera de orar que no sea por el Espíritu, ¿por qué das tú instrucciones ahora?
Respuesta. Debemos exhortarnos unos a otros a la oración, aunque no debemos darnos fórmulas de oración.
Exhortar a la oración con instrucciones cristianas es una cosa; y redactar fórmulas para limitar al Espíritu de Dios, es otra. El apóstol no da la menor fórmula para orar, pero insta a que se ore (Efesios 6:18; Romanos 15:30-32).
Por tanto, nadie debe sacar la conclusión de que por dar nosotros instrucciones referentes a la oración, es lícito instituir fórmulas de oración.
Pregunta 4. Pero, si no usamos fórmulas -de oración ¿cómo enseñaremos a nuestros hijos a orar?
Respuesta. Mi opinión es que los hombres siguen un mal camino para enseñar a sus hijos a orar, enseñándoles tempranamente a recitar frases, corno es común en muchas pobres criaturas.
Me parece mucho mejor decirles que por naturaleza son criaturas malditas, que se hallan bajo la ira de Dios a causa del pecado original y del suyo propio; explicarles también cuál es la naturaleza de la ira de Dios, y la duración de la miseria. Si se hace esto a conciencia, sabrán orar mucho antes. La manera de aprender a orar es por medio de la convicción de pecado, sistema que sirve también para enseñar a nuestros amados hijitos. Hacerlo de otra manera, es decir, esforzarse en enseñar a los niños fórmulas de oración, antes que sepan otra cosa, es el mejor camino para hacer de ellos hipócritas malditos, y para hincharlos de orgullo.
Enseñad, pues, a vuestros hijos a conocer el infeliz estado y condición en que se hallan. Habladles del fuego del infierno, y de sus pecados; de la perdición y de la salvación; de la manera de escapar a la una y gozar de la otra (si es que vosotros la conocéis), y esto hará que las lágrimas broten de sus ojos, y que sinceros lamentos salgan de sus corazones. Luego podéis decirles a quién deben orar, y en qué nombre. Podéis también hablarles de las promesas de Dios, y de su eterna gracia extendida a los pecadores conforme a la Palabra.
¡Ah, pobres hijitos queridos! Que el Señor abra sus ojos y haga de ellos cristianos santos. Dice David: -Venid, hijos, oídme; el temor de Jehová os enseñaré" (Salmo 34:11).
No dice, por cierto: "Voy a poneros bozal mediante una fórmula de oración"; sino, "el temor de Jehová os enseñaré"; lo que significa: "os enseñaré a ver vuestro triste estado por naturaleza, y a instruiros en la verdad del evangelio, lo cual, por medio de Espíritu, engendra oración en todo aquel que en verdad lo aprende”. Cuanto más enseñéis esto a vuestros hijos, más se derramarán sus corazones en oración a Dios.
Dios nunca tuvo a Pablo por hombre de oración, ni tendrá a otros tampoco, hasta que fue convicto y convertido (Hechos 9:11).
Pregunta 5. Pero, ¿cómo se explica que los discípulos pidieran que Cristo les enseñara a orar, como también Juan enseñaba a los suyos, y que entonces El lo hiciera con la fórmula hoy llamada "Padre nuestro"?
Respuesta. No solamente los discípulos, sino también nosotros deseamos ser enseñados de Cristo; y ya que no está aquí en persona para enseñarnos, que Él lo haga por su Palabra y su Espíritu, pues Él dijo que enviaría al Espíritu en su lugar cuando se fuera (Juan 14:16 y 16:17).
En cuanto a lo que se ha llamado fórmula, no puedo creer que el propósito de Cristo fuera darlo como tal y de una manera restrictiva, por dos razones:
(1) Porque Él mismo enseña lo contrario, según se infiere consultando Mateo 6 y Lucas 11. Mientras que si lo hubiera dado corno fórmula de oración inalterable, no lo habría cambiado.
(2) No hallamos que los apóstoles hayan observado jamás semejante fórmula, ni tampoco que exhortaran a otros a hacerlo. Escudriñad todas sus epístolas, y os daréis cuenta de que, aunque ellos eran tan eminentes como cualquiera en cuanto a conocimiento para discernir y fidelidad para practicar, no oraban según el mundo ha querido más tarde imponer.
Pero, resumiendo, creemos que Cristo, con dichas palabras ("Padre nuestro", etc.)instruye efectivamente a los suyos sobre los principios que deben observar en sus oraciones a Dios:
(1) Orar en fe.
(2) Orar a Dios en el cielo.
(3) Pedir lo que es conforme a su voluntad, etc. Es decir, que esta oración constituye un modelo o pauta para orar.
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