Extracto del libro: SEIS DÍAS Y UN DÍA
Autor: Marvin Byers
No es de sorprender que Pablo dijera que no predicó el evangelio sólo con palabras, sino con demostración del Espíritu y de poder (1 Cor. 2:1-6). Al compartir con otros el evangelio, ¿estamos ministrando sólo las escrituras (aguas), o está involucrado el Espíritu, moviéndose sobre las aguas, haciendo que sean vida para los oyentes?
Lastimosamente, muchos cristianos sinceros no entienden esto, y, de forma no intencional, "vacunan" a muchas personas contra el evangelio. Algunos no entienden que no basta con tener el agua de la Palabra en nuestra tierra espiritual; el agua puede estar allí, mucho antes que el Espíritu decida moverse en ella, como fue en Génesis 1:2.
Debe haber un mover del Espíritu Santo en nuestra vida, que traiga convicción de pecado, y un genuino espíritu de arrepentimiento. La convicción y arrepentimiento verdaderos son dones que vienen por el ministerio del Espíritu Santo (Juan 16:8; Hcs.5:31). Como la mayoría de gente quiere ir al cielo, generalmente, están bastante dispuestos a repetir una sencilla oración del pecador, si ese es el pasaporte necesario para llegar allí, tal como les explica el cristiano bien intencionado. Sin embargo, a menos que el Espíritu esté presente para concederles el milagro del nuevo nacimiento, ellos seguirán sin ser tocados, ni cambiados.
Considere lo que sucede frecuentemente con esta gente, si están en una reunión donde el Espíritu de Dios se "mueve sobre las aguas". El Espíritu trae vida a la predicación de la Palabra; se escucha la Palabra viva, no sólo la letra muerta. El predicador invita a los inconversos a pasar al frente para nacer de nuevo por el agua y el Espíritu. La persona, que ya había escuchado que basta con repetir la oración del pecador para nacer de nuevo, no pasará al frente. Esta persona piensa: "Esto ya lo probé, y no sirvió". No podemos esperar que los inconversos sean teólogos; ellos no entienden Génesis 1:2-3, ¡pero nosotros sí debiéramos entenderlo! Ellos no están conscientes que en esta segunda ocasión se les invita a venir a los pies de Cristo, por el llamamiento del Espíritu.
A ellos, un cristiano celoso que no entendía Sus caminos, los vacunó contra el llamado de Dios.
Esa es una razón por la que la iglesia tiene tantos miembros convencidos, no convertidos. Si nosotros verdaderamente hemos nacido de nuevo, no nos es difícil reconocer a quienes han tenido un encuentro genuino con el Señor Jesucristo.
Pronto queda claro si ellos sólo tienen una religión, o una realidad maravillosa. Es fácil detectar si ellos hablan desde lo profundo de un corazón transformado, o si, sencillamente, expresan palabras teológicas. Desafortunadamente, muchos sólo pueden decir palabras, por haber sido mal informados, y porque no entienden que necesitan pedirle a Dios que se encuentre con ellos de una manera muy real.
¿Significa que no debemos evangelizar? En absoluto. Mas bien, digo que debemos aprender a ser guiados por el Espíritu, en vez de ser movidos por la necesidad a nuestro alrededor.
...Hace unos años, unos hombres de negocios nos pidieron, a otro piloto y a mí, que los lleváramos a una reunión a otra ciudad. Mientras nuestros pasajeros estaban en su reunión en un hotel, los esperábamos en el vestíbulo. El amigo piloto no era creyente; mientras esperábamos, surgió el tema del evangelio. De pronto, el Espíritu empezó a "moverse sobre las aguas". Yo sabía que la presencia de Dios había descendido sobre lo que le compartía, y que él podía sentirla. Después de unos momentos, cuando la presencia de Dios era casi palpable, le dije: "En su corazón siente algo que nunca antes ha sentido. Es el Espíritu de Dios invitándolo a que le rinda su vida". El respondió: "Sí, tiene razón. Nunca antes había sentido lo que ahora siento. ¿Podríamos orar?" ¡Allí, en el vestíbulo de un hotel, un piloto que sólo había manifestado orgullo y confianza en sí mismo, comenzó a orar y a pedirle al Señor que lo perdonara y que entrara en su corazón! Esta es la obra del Espíritu y no del hombre.
...En Hechos, Pedro no tuvo que convencer a la multitud para que aceptara al Señor; el Espíritu lo hizo. Cuando oyeron el mensaje ungido, los corazones fueron convictos de pecado y clamaron: "Varones hermanos, ¿qué haremos?" (Hch. 2:37b) Si la presencia del Señor no desciende en lo que compartimos con alguien, quizás, sólo somos llamados a plantar la semilla en su corazón. Es muy probable que no sea el tiempo para llevarlo a la oración del pecador. No nos desanimemos. La cosecha siempre requiera varias etapas, y quizás no estemos involucrados en todas. Pablo dijo: "Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios" (1 Cor. 3:6).
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