Extracto del Libro: Tesoro devocional para 30 días - El Poder Espiritual - Charles Finney
“No se alejen de Jerusalén, sino esperen la promesa del padre,
De la cual les he hablado.”
HECHOS 1:4
Yo he dicho que la carencia del revestimiento del poder de lo alto debe considerarse como un motivo de descalificación para un pastor, un diácono o un anciano, un maestro de escuela dominical, un profesor en una institución de educación cristiana, y especialmente para un profesor de un seminario teológico.
¿Es esta una palabra dura? ¿Es algo injusto, irrazonable, no bíblico? Suponga que uno de los apóstolos o de los presentes el día de pentecostés, por apatía, egoísmo, incredulidad, indolencia, o por ignorancia, no hubiera recibido este revestimiento espiritual, ¿Hubiera sido injusto o irrazonable considerarlo descalificado para la tarea a la cual Cristo lo llamó? Para la iglesia de los primeros días fue una cuestión de Fe en una promesa, y es lo mismo para nosotros hoy.
Jesús les había informado expresamente que sin esta capacitación o revestimiento no podrían hacer nada. No debían procurar hacer el trabajo por sus propias fuerzas, sino permanecer en Jerusalén hasta recibirlo. Evidentemente ellos comprendieron lo que quiso decir, que debían esperar la bendición en constante oración y súplica. Ahora bien, suponga que uno de ellos estaba a fuera atendiendo sus asuntos personales ordinarios, prefiriendo creer que Dios en su soberanía le conferiría este poder, aunque no estuviera esperando. Por su puesto que el tal hubiera sido descalificado para la obra que Cristo les había encargado.
¿Y no ocurrirá lo mismo a quien se le ha dado este divino encargo de hacer discípulos en todas las naciones, y a quien se le ha hecho esta promesa, si por culpa suya no obtiene este don? ¿No será descalificado para el liderazgo en la iglesia? ¿Está calificado para enseñar a otros a hacer la obra de Cristo? ¿Tendrá que soportar la iglesia la carga de maestros y líderes que carecen de este don básico? La evidente apatía, indolencia, ignorancia e incredulidad que existe sobre este tema, son ciertamente inexcusables.
Con este mandamiento resonando en nuestros oídos, con el mandato de esperar en constante oración hasta que recibamos el poder; con tal promesa hecha por nuestro Salvador de darnos Él mismo toda la ayuda que necesitemos, ¿Qué excusa podemos dar para estar sin poder en esta gran tarea? Para la iglesia de los primeros días fue una cuestión de Fe en una promesa, y es lo mismo para nosotros hoy. Existe la necesidad de una gran reforma en la Iglesia en cuanto a este punto en particular.
Señor Jesús, tu promesa de poder espiritual es absolutamente clara. Entonces, ¿Por qué mi fe es tan insegura? Escudríñame y conoce mi corazón hasta que en él brote Fe para recibir tu plenitud. Amén.
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