El Mensaje del Sufrimiento

Extracto del libro: Sufrir Nunca es en Vano
Autora: Elizabeth Elliot


…Pensé en Daniel en el foso de los leones. Recuerdo el cuadro que teníamos en la pared de nuestra casa; era una pintura. Cuando era niña, yo a menudo miraba esa pintura. Daniel está de pie en el foso de los leones. En su rostro hay un resplandor, y su postura es erguida con las manos detrás de la espalda. Y solo muy débilmente en la oscuridad puedes ver el brillo en los ojos de aquellos leones hambrientos.

Comprendí que la pintura me indicaba que aquí hay un hombre cuya fe descansa en el carácter de Dios. Ahora, por supuesto, cuando era niña no lo habría expresado en esos términos; pero ese cuadro me comunicó muchísimo. Dios estaba allí en el foso. Él no evitó que Daniel entrara en el foso, como tampoco que los hermanos celosos de José lo arrojaran en aquel pozo, ni que tiempo después lo echaran en la cárcel, como también ocurrió con Pablo, Silas, Pedro y muchas otras personas en la Escritura, incluso con Juan el Bautista, a quien le cortaron la cabeza.

Fue necesario que Sadrac, Mesac y Abed-nego fueran echados al horno de fuego porque Dios tenía un mensaje no solo para ellos tres, sino también para el rey, ¿recuerdas? Él preguntó: «¿El Dios a quien sirves ha podido librarte?».

Recuerda su desafío antes de arrojarlos al horno: «… ¿y qué dios será aquel que os libre de mis manos?» (Dan. 3:15b). Y luego llegan esas resonantes palabras de fe: «He aquí nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará. Y si no, sepas, oh rey, que no serviremos a tus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado» (Dan. 3:17-18). Y si no…Esa es la lección que a todos nos debe llegar en algún momento de nuestras vidas. 

Cada uno de nosotros, estoy segura, tarde o temprano, tenemos que enfrentar esta dolorosa pregunta: «¿Por qué?». Y Dios está diciendo: «Confía en mí». Si tus oraciones no son contestadas de la manera que pensabas que debía ocurrir, ¿qué pasa con tu fe? El mundo afirma que Dios no te ama. La Escritura me plantea algo muy diferente. Esos «bienaventurados» del Sermón. El mensaje del monte. Las palabras de Pablo cuando afirma que su gozo es padecer por Él. No sabemos la respuesta. Sin embargo, sabemos que esta se encuentra en lo profundo del misterio de la libertad de elegir. Cuando Dios creó al hombre, Adán y Eva, los creó con la libertad de elegir amarlo o desafiarlo; y ellos eligieron desafiarlo. 

Adán y Eva abusaron de esa libertad. C. S. Lewis, en su libro El problema del dolor, señala: «El hombre es ahora algo horroroso para Dios y para él mismo, y es una criatura mal adaptada al universo no porque Dios la hiciera así, sino porque él mismo se ha vuelto de ese modo, debido al abuso de su libre albedrío». Lewis más adelante plantea este problema complejo en su forma más sencilla: «Si Dios fuera bueno, desearía que Sus criaturas fueran perfectamente felices, y si fuera todopoderoso sería capaz de hacer aquello que desea. Por lo tanto, Dios carece de bondad o poder, o de ambas facultades».

Entonces, la respuesta a esta pregunta depende de nuestra definición de lo que es bueno. Los antiguos consideraban la bondad en términos morales. El hombre moderno equipara el bien con la felicidad. Si no es divertido, no es bueno. Ambas cosas casi parecen excluirse mutuamente. La frase también la invierten: si es bueno, no es divertido. Recientemente vi un comercial dedicado a un tipo de cereal en el que dos niños pequeños han escuchado que es natural y que es bueno para ti. Entonces, dijeron: «Bueno, vamos a hacer que él lo pruebe. Él come cualquier cosa. Y no sabe que es bueno para él». Entonces, el tercer niñito se lo come porque no sabe que los otros dos niños no lo probarán porque es bueno para ellos.

Tal vez hayas escuchado el dicho: «Todo lo que me gusta es ilegal, inmoral o engorda», el cual refleja la idea que el mundo tiene de que las dos cosas se excluyen mutuamente. Si es bueno, no es divertido. No tiene nada que ver con mi felicidad. El hombre moral se preocupaba sobre todo por la bondad moral.

Si aprendemos a conocer a Dios en medio de nuestro dolor, sabremos que no tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades. Él ha caminado cada centímetro del sendero. Me encanta el viejo himno de Richard Baxter: 

«Cristo no me guía a través de habitaciones más oscuras que esas en las que Él ya ha estado antes». 

Me encantan esas palabras. Tengo unos amigos muy queridos (un matrimonio) que son misioneros en el norte de África. Él fue uno de los muchos estudiantes de seminario que se hospedó en nuestra casa. Hace aproximadamente un año, recibí una carta de ellos donde me informaban que acababan de perder a su bebé. 

Creo que murió al nacer o solo unas horas después del nacimiento. Su carta estaba cargada de la angustia que padecían; y yo, por supuesto, quería responder aquella misiva. Pero nunca he perdido un bebé. Solo tengo una hija que tenía diez meses cuando su padre fue asesinado, por lo que no podía escribirles a Phil y Janet, y expresarles que sabía exactamente por lo que estaban pasado. 

No obstante, yo había leído las maravillosas cartas de Samuel Rutherford, aquel pastor escocés del siglo XVII que parece haber pasado por casi todas las tribulaciones humanas imaginables y que había perdido al menos un hijo; y yo guardaba sus cartas en mi estudio. Entonces, busqué una de sus cartas dirigida a una mujer que había perdido un hijo. Y esto es lo que Samuel le escribió a ella, así que cité estas palabras a Phil y a Janet, después de expresarles que yo no sabía por lo que estaban pasando, pero que conocía a Aquel que sí lo sabía. Luego, les envié las palabras de Samuel Rutherford. Esto es lo que señaló después de perder a dos hijas:

«La gracia no elimina el amor de una madre,

sino que lo coloca en Su torno, que hace todas

las cosas nuevas, para que pueda ser refinado

[…]. Él te manda a llorar: y ese Magnífico,

que con Él al cielo llevó un corazón de hombre

para ser un Sumo Sacerdote compasivo […].

La copa que ahora bebes ya estuvo en los labios

del dulce Jesús, y Él bebió de ella».

Janet me escribió esta respuesta: «La tormenta del dolor se está calmando, y el Señor está pintando un cuadro nuevo y diferente de sí mismo». En su experiencia, percibí que el sufrimiento en sí fue un medio insustituible. Dios estaba usando el sufrimiento para hablar con Janet y Phil de una manera que Él no podría haber hecho si no hubiera captado su atención mediante la muerte de ese pequeño niño.

Ahora, no pretendo simplificar las cosas como si eso explicara que Dios tenía que decir algo a esas dos personas porque, si conozco algo en cuanto a la piedad, sé que Phil y Janet Linton son personas piadosas. Eso plantea otra pregunta dolorosa, ¿no es así? A menudo nos preguntamos por qué tenía que sucederle eso y lo otro. Ella es una persona tan maravillosa. ¿Por qué tuvo que pasar por esto? Él es una persona tan maravillosa. Bueno, nuevamente, las palabras son «Confía en mí».

En mis tiempos de estudiante universitaria, hice mis intentos con la poesía, como supongo que hacen la mayoría de las adolescentes en algún momento. Escribí algunas palabras que más tarde me parecieron casi proféticas. En verdad no recuerdo exactamente si hubo alguna razón en particular para escribirlas en aquel momento, pero algo me había dado un indicio de que en el futuro podría enfrentarme a la soledad. Estas fueron las palabras que escribí:

Quizás algún día en el futuro, Señor,

tu fuerte mano me llevará al lugar donde

completamente sola debo estar.

Sola, oh magnánimo amante, pero para Ti.

Satisfecha estaré si solo a Jesús puedo ver.

Tu plan en los próximos años desconozco;

mi espíritu encuentra en ti su hogar perfecto.

Suficiencia.

Señor, todos mis deseos están ahora ante ti,

guíame sin importar dónde, sin importar cómo.

Confío en ti.

Desde que tenía unos 16 o 17 años, comencé a escribir mis diarios y desde entonces lo hago. Ya de eso hace unos cuantos años. Por eso, como preparación para estos mensajes volví a leer algunos de esos primeros diarios. Pensé, bueno, ya sabes, será mejor que haga una revisión para ver si sé algo de lo que tengo que hablar.

Encontré algunas cositas en el diario, a pesar de que al principio confesé no saber mucho sobre el tema, en comparación con otros. Una de las cosas que noté, y que pensé era importante, fue el hecho de que una y otra vez yo cito himnos sobre la cruz, himnos que fueron mis predilectos en momentos diferentes. Uno que aprendí en la universidad fue: «Oh, enséñame lo que significa esa cruz tan elevada, con el varón de dolores condenado a sangrar y morir». 

Uno de los himnos que aprendimos cuando éramos muy pequeños en nuestras oraciones familiares (nosotros solíamos cantar un himno todas las mañanas en las oraciones familiares) era «Jesús, guárdame cerca de la cruz».

Mi hija les ha enseñado algunos de esos himnos a sus niños, y creo que nunca olvidaré haber visto a Jim, el pequeño de dos años de edad, mecer con fuerza a su hermana recién nacida, Colleen, en uno de esos pequeños columpios de lona y cantar: «En la cruz, en la cruz, sea mi gloria por siempre. Hasta que mi alma raptada encuentre descanso más allá del río». Y aquí tenemos a este niño pequeño, cantando este profundo himno sobre la cruz y meciendo con vigor a esta bebita que lo disfruta mucho.

Podría citar muchísimos otros himnos. «Al pie de la cruz de Cristo» ha sido siempre uno de mis favoritos. Sin embargo, al toparme con estos en mis diarios, pensé: ¿Cuál imaginé que sería la respuesta a las oraciones que elevaba en esos himnos? ¿Qué tipo de respuesta realmente esperaba que Dios me diera? ¿Esperaba algún tipo de revelación milagrosa? ¿Tal vez alguna perspectiva original y profunda sobre el significado de la cruz? ¿Esperaba que Dios me convirtiera en algún tipo de gigante espiritual para tener misterios a mi alcance que las otras personas desconocían? 

Bueno, no tengo la menor idea de lo que realmente pensaba. Supuse que todo era muy vago y místico en mi mente, y desconocía lo que Dios haría como respuesta a esa oración. Pero ahora puedo mirar hacia atrás a estos 45 años, más o menos, y ver que Dios, en realidad, está en el proceso de responder esas oraciones. 

Enséñame lo que significa esa cruz tan elevada. ¿Qué representa este gran símbolo de la fe cristiana? Es un símbolo de sufrimiento. En eso consiste la fe cristiana, la cual aborda sin rodeos esta cuestión del sufrimiento. Ninguna otra religión en el mundo lo hace. Todas las otras religiones evaden la pregunta de una forma u otra. El cristianismo tiene, como núcleo, esta cuestión de sufrimiento.

Ahora llega la respuesta a nuestras oraciones; enséñame lo que significa: «En la cruz, en la cruz, sea mi gloria por siempre». La respuesta no viene en forma de revelación, ni de explicación, ni de visión, sino en la forma de una persona. Él viene a ti y a mí en nuestro dolor; y expresa: «Confía en mí». «Camina conmigo».

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