Una Profunda Calma de Espíritu

Extracto del libro: No améis al mundo

Autor: T. S. Nee

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…En Dios mismo hay una paz, una profunda calma de espíritu que lo mantiene sereno y tranquilo en medio de inefables conflictos y contradicciones. "En el mundo tendréis aflicción", dice Jesús, pero "en mí podréis tener paz" (Jn. 16:33).

¡Con cuánta facilidad nos turbamos en cuanto empiezan a ir mal las cosas! Pero, ¿nos hemos detenido alguna vez para considerar qué fue lo que malogró aquel gran propósito que Dios se había propuesto en su corazón? Dios, que es luz, tenía un plan eterno. Haciendo que la luz brillara en la obscuridad. El había establecido que este mundo fuese el lugar donde se llevaría a cabo ese plan. 

Luego Satanás, como recordaremos, apareció para oponerse a Dios, de modo que los hombres llegaron a amar más las tinieblas que la luz. Sin embargo a pesar de este impedimento, cuyas implicancias apreciamos bien poco, Dios conserva en sí mismo una paz imperturbable. Es esa paz de Dios que, como dice Pablo, guardará nuestros corazones y pensamientos en Cristo Jesús (Fil. 4:7).

¿Qué es lo que en realidad significa una guarnición? Significa que mi enemigo tiene que derrotar al guardia armada que está a la puerta antes de que pueda llegar a donde estoy yo. Antes de que pueda alcanzarme a mí debe derrotar a la misma guarnición. De modo que me atrevo a estar tan calmo como Dios, pues la paz que guarda a Dios me está guardando a mí. Esto es algo que el mundo no conoce en absoluto. "La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da" (Jn. 14:27).

¡Los hombres no han comprendido en absoluto a Jesús! Todo lo que Él hacía estaba mal para ellos, pues la luz que estaba en ellos era tinieblas. Aun se atrevieron a identificar al Espíritu que estaba en Él con Belcebú, el príncipe de los demonios. Sin embargo cuando le acusaron de ser comilón y bebedor de vino, ¿Cuál fue su actitud? "Te alabo. Padre" (Mt. 11:19,25)

Él permaneció inconmovido pues en Espíritu habitaba en la paz de Dios. O bien recordemos aquella última noche antes de su pasión. Todo parecía salir mal: un amigo que salía en la noche para traicionarlo, otro desenvainando una espada con ira. otros escondiéndose y otro corriendo desnudo en su afán de escapar. En medio de todo eso Jesús dijo a los que habían llegado para tomarle: "Yo soy", tan pacífica y calladamente que en lugar de estar Él nervioso, fueron ellos los que temblaron y cayeron a tierra. 

Esta es una experiencia que se ha repetido en los mártires de todos los tiempos. Podían ser torturados o quemados y sin embargo, porque poseían su paz, los que les contemplaban sólo podían maravillarse ante su dignidad y compostura.

No nos causa sorpresa por tanto que Pablo diga que esta paz sobrepasa todo entendimiento. Qué notable es el contraste que Jesús traza entre estar "en el mundo" donde tendremos tribulación y estar "en Él" donde podemos tener paz. 

Si Dios nos ha colocado en el primero, donde nos abruman la opresión, las demandas y las necesidades del mundo, también nos ha colocado en el otro (en Aquel), para que Él nos mantenga tranquilos en medio de la bruma. Jesús mismo dijo en una oportunidad: "¿Quién es el que me ha tocado?" (Le. 8:45). Él sintió que alguien de entre esa multitud en Capernaúm le había tocado con fe. 

Esa acción llegó a su corazón compasivo mientras que la opresión de los demás que le apretaban no tuvo tal efecto. Aunque empujaban impacientemente Él no lo sentía en lo más mínimo, pues había poco en común entre Él y la multitud. "No como el mundo la da, yo os la doy." Si nuestra vida es la de los hombres, seremos llevados por el mundo; si es la vida del Espíritu, será inconmovible ante las opresiones del mundo.

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