¿No es sorprendente que a estas alturas estemos todavía hablando con respecto a Jesús? Después de dos mil años de su aparición en este mundo, las gentes se reunen para adorarlo en casi todos los rincones del mundo. Los libros que tratan acerca de Jesús están esparcidos en todas nuestras bibliotecas; los cuadros de Él adornan nuestras galerías; se han escrito resmas de papel de música dedicada a Él.
Cristo permanece inconquistable hasta el día de hoy, como un majestuoso pico montañoso que domina todo lo que hay en el paisaje circundante. Las fuerzas enemigas han formado línea de batalla contra Él. Le han hecho frente. Pero Cristo ha permanecido invicto, inconquistable, invencible.
Este es el retrato que revemos ahora en nuestra galería: el Jesús invencible. Durante su vida, Él soportó la oposición. Aun en ese tiempo salió victorioso. Él ha sido atacado a través de la historia. Siempre ha salido invencible. Acerquémonos al lienzo y examinemos algunos de los detalles de este cuadro de Cristo.
Cuando Jesús apareció en respuesta al llamamiento de Dios, después de someterse al bautismo de Juan, fue llevado por el Espíritu al desierto. Allí le hizo frente a la primera prueba.
[...]Después de cuarenta días y cuarenta noches de ayuno, el diablo se le presentó en el desierto, y le dijo: "si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan". Esta tentación no fue teórica, ni teológica, ni filosófica. Él sintió en su estómago los ruidos y retorcijones en sus intestinos. ¿Cómo puede orar un hombre cuando se halla con los dolores que produce el hambre? ¿Cómo puede pensar en Dios y tener comunión con Él, cuando su estómago está vacío y lo domina la angustia?
Además, ¿que hay de malo en convertir las piedras en pan? ¡Si realmente eres el Hijo de Dios, puedes hacer eso! ¡Y debieras hacerlo! Estás obligado a hacerlo. ¡Tú, que alimentas al undo entero! ¿Por qué no detienes el clamor de hambre de las multitudes hambrientas? ¿Por qué no pruebas de una vez que Dios es amor? ¡Dale de comer a la humanidad! Pero comienza contigo mismo. Cuando conviertas las piedras en pan, habrás probado para Ti mismo que tienes el favor de Dios. Entonces quedarás convencido de que haces la voluntad de Dios.
Pero Jesús no necesitaba propabar nada en cuanto a Sí mismo. Puesto que sabía que Él estaba haciendo al voluntad de Dios, le contestó: "Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios". Así terminó el primer encuentro. El diablo regresó a su esquina, y Jesús permaneció invencible.
Vuelve el tentador. Puesto que Jesús había citado las escrituras, él también las podía citar [...] Entonces le dice: "si eres Hijo de Dios, échate abajo, porque escrito está:
A sus ángeles mandará acerca de ti, y,
En sus manos te sostendrán,
para que no tropieces con tu pie en piedra".
Tú ordenas, Dios actúa. Tú te hechas abajo. La palabra de Dios te rescata; y Tú saldras sin ningún daño ante los ojos de la multitud, que se quedará con la boca abierta y con los ojos llenos de asombro. Si eres el Hijo de Dios, ¿por qué no se lo demuestras a otros? ¿por qué no se lo demuestras a todos? ¿Por qué no te apoderas de las promesas de Dios? ¿Por qué no crees en las Escrituras? ¿Por qué no te ganas el mundo con una manifestación poderosa y gigantesca?
Pero Jesús sabía que Él no necesitaba jugar con la fe. Él no tenía que apoderarse de las promesas de Dios con el fin de usarlas para su propia gloria. Eso era lo que el tentador quería que Él hiciera. Él podía ver eso claramente. ¡El tentador quería que Jesús pensara que Dios estaba obligado a salvarlo en un caso de estos. Que Jesús tenía derecho a echarse abajo; de esperar que el poder milagroso de Dios lo librara!
No. Él no tiene ese derecho. Entonces responde: "Escrito está también: no tentarás al Señor tu Dios". Termina el segundo asalto. Jesús permanece invicto.
El diablo se aventura una vez más. Ya que esa era la posición de Jesús, Satanás buscaría golpearlo donde realmente le diera duro. ¿A qué vino Jesús a la tierra? ¿Qué está haciendo Él en el mundo como Hijo de Dios? Pues para traerle el reino de Dios a la humanidad. Para darles a todos los hombres el conocimiento de Dios. Para conducir a la humanidad por el camino de la salvación.
¿No es esto lo que Él anheló? ¿No lo consume el deseo de ganarse el mundo? ¿No derramaría hasta sus lágrimas por la ciudad de Jerusalén? ¿No haría lo mismo por todo el mundo? "Otra vez le llevó el diablo a un monte muy alto, y le mostró todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, y le dijo: Todo esto te daré, si postrado me adorares".
¡Líbrate de Dios! ¿No te gustaría estar libre de Él? ¿No estás seguro de Ti mismo? ¿No crees en Ti mismo más que en cualquier otra cosa? Tienes anhelos de complacer a Dios; pero tienes un anhelo aún más profundo de actuar independientemente. ¡Libéra de cualquier Señor! ¡Eso es lo que realmente deseas! Los reinos de este mundo son tuyos, si me adoras. ¡Imagínate, todo el mundo para Cristo!
Jesús se retira otra vez del centro. Él está en las manos de Dios. Él se somete a la palabra de Dios. Él puede derramar lágrimas por un mundo desobediente. Puede tener el deseo de ganar a los hombres; pero sólo según las condiciones de Dios. Por tanto: "Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás".
Allí terminó el tercer asalto. La batalla había concluido. El tentador perdió, y lo supo perfectamente. Las más apabullantes tentaciones no han podido dominar al Hijo de Dios. Él es el Cristo invencible.
Fuente: extracto del libro, Jesús el revolucionario
Comentarios
Publicar un comentario