DÍA 21: ESPERANDO EN DIOS EL TODOPODEROSO

Extracto del Libro: Esperando en Dios
Autor: Andrew Murray 

Pero los que esperan en Jehová tendrán nuevo vigor; levantarán el
vuelo como las águilas; correrán y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán. 
(Isaías 40:31.)

El esperar participa del carácter de nuestros pensamientos sobre aquel a quien esperamos. Nuestro esperar en Dios dependerá en gran parte de la fe que tenemos en El. En nuestro texto tenemos el final de un pasaje en que Dios se revela a sí mismo como el Todopoderoso y Eterno. Es cuando esta revelación entra en nuestra alma que el esperar se vuelve una expresión espontánea de lo que sabemos que El es: un Dios digno en gran manera de que esperemos en El.

Oigamos las palabras: «¿Por qué dices, oh Jacob, y hablas, tú, Israel: Mi camino está escondido de Jehová, y a mi Dios se le pasa mi derecho?» «¿No has sabido, no has oído que el Dios eterno, Jehová, el cual creó los confines de la tierra, no desfallece, ni se fatiga con cansancio?» Muy al contrario: El da vigor al cansado, y acrecienta la energía al que no tiene fuerzas. Los jóvenes se fatigan y se cansan, los valientes flaquean y caen. 

Todo lo que se considera fuerte entre los hombres llegará a no ser nada. «Pero, los que esperan en Jehová», dice el Eterno, que no se desmaya ni se cansa, «tendrán nuevo vigor; levantarán el vuelo como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán». 

No se fatigarán porque tendrán la fuerza de Dios, ni se fatigarán, porque, como vimos antes, El no desfallece ni se fatiga con cansancio. Sí, «levantarán el vuelo como águilas». Sabemos lo que significan las alas de las águilas. El águila es la reina de las aves; asciende hasta los cielos.

Los creyentes han de vivir una vida celestial, en la presencia y amor y gozo de Dios. Han de vivir donde Dios vive; necesitan la fuerza de Dios para elevarse hasta allí. A los que esperan en El, les será dada. Sabemos cuándo obtienen las águilas sus alas. Sólo hay una manera, al nacer. Tú eres nacido de Dios. Tú tienes alas de águila. Aunque no lo sepas; aunque no las hayas usado; pero, Dios te enseñará a usarlas. 

Sabemos cómo aprenden las águilas a usar sus alas. Allí vemos un precipicio que se levanta a centenares de metros sobre el valle. Allí, en la misma repisa de la roca, hay un nido de águilas y en ellas dos pequeños aguiluchos. La madre llega y revuelve el nido, y con su pico empuja a los tímidos aguiluchos al borde del precipicio. ¡Qué revuelo y qué caída cuando bajan aceleradamente hacia el suelo! 

Veamos como ahora cómo «el águila que excita su nidada, revolotea sobre sus pollos, extiende sus alas, los toma, los lleva sobre sus plumas» (Deuteronomio 32:11), y así, montados sobre sus alas, los lleva a un lugar seguro. Y así lo hace una y otra vez, cada vez lanzándolos al precipicio, y luego tomándolos sobre sus alas y llevándolos. «Jehová sólo lo guió.» Sí, el instinto del águila madre es un don de Dios, un rayo del amor con el que el Todopoderoso entrena a su pueblo a ser llevado como en alas de águila.

El agita tu nido. Te desbarata la esperanza y expectativa. Rebaja tu confianza. Te hace sentir temor y te hace temblar; tu fuerza falla, y te sientes enteramente agotado e inválido. Y mientras tanto extiende sus alas en las que puedas descansar, y te ofrece su fuerza de Creador eterno, para que obre en ti. Y todo lo que te pide es que reposes en El tu cansancio-y esperes en El; y le permitas que su fuerza te lleve sobre las alas de su omnipotencia.

Querido hijo de Dios, te ruego, ¡alza tus ojos y contempla a tu Dios! Escúchale al que te dice que El «no desfallece ni se fatiga con cansancio», que te promete que tú tampoco vas a desmayar o fatigarte, y que te pide sólo una cosa: que esperes en El. Y que tu respuesta sea:  ante un Dios tan poderoso, fiel y tierno.

¡Alma mía, espera sólo en Dios!

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