Extracto del libro: LA VID VERDADERA
Autor: Andrew Murray
Toda rama que en mí no lleva fruto, lo quita. Juan 15:2
AQUÍ TENEMOS una de las palabras principales de la parábola: rama. Una vid necesita ramas; sin ramas no puede hacer nada, no puede traer fruto. Tan importante como conocer acerca de la Vid y del Labrador es darse cuenta de lo que es la rama. Antes de escuchar lo que Cristo dice sobre la misma, aprendamos primero lo que es una rama y lo que nos enseña sobre nuestra vida en Cristo. Una rama es simplemente un conjunto de fibras de madera que se extienden a partir de la vid con el propósito de traer fruto. Es de la misma naturaleza que la vid, y tiene su vida y su espíritu con ella.
Pensemos por un momento en las lecciones que esto nos sugiere. Aquí hay la lección de la entera consagración. La rama tiene sólo un objeto, un propósito al cual se entrega por completo. Esto es, el traer el fruto que la vid espera que traiga. De la misma manera, el creyente sólo tiene una razón para ser una rama —una razón para su existencia en la Tierra: que la vid celestial pueda traer su fruto a través de la rama. Feliz el alma que entiende esto, que consiente en ello y que dice: «He sido redimido y vivo sólo para una cosa, como la rama natural sólo existe para traer fruto, yo también; como la vid celestial existe para traer fruto, yo también. Habiendo sido plantada por Dios en Cristo, me he entregado por completo a dar el fruto que la Vid desea que traiga.»
Hay la lección de la conformidad perfecta. La rama es exactamente como la vid en todos los aspectos: la misma naturaleza, la misma vida, el mismo lugar, la misma obra. En todo esto son uno, de modo inseparable. Y así el creyente tiene que saber que es partícipe de la naturaleza divina, y que tiene la misma naturaleza y espíritu de Cristo en él, y que su vocación es transformarle en perfecta conformidad con Cristo. La rama es una semejanza perfecta de la vid; la única diferencia es que la una es grande y fuerte es la fuente de la fuerza—, y la otra es pequeña y débil —necesitando y recibiendo fuerza siempre. Incluso siendo así, el creyente es, y debe ser, una semejanza perfecta de Cristo. Esta es la lección de la absoluta dependencia.
La vid tiene sus reservas de vida, de savia y de fuerza, no para sí misma, sino para las ramas. Las ramas no tienen ni son otra cosa que lo que procede de la vid y lo que la vid les imparte. El creyente es llamado a una vida de dependencia entera e incesante de Cristo, y en ello consiste su bienaventuranza máxima. De día y de noche y en todo momento, Cristo obra en él todo lo que necesita. Y luego está la lección de la confianza que no duda. La rama no tiene preocupaciones; la vid provee de todo; todo lo que tiene que hacer es entregarse a sí misma y recibir.
Es el comprender esta verdad que le conduce al bendito reposo de la fe, el verdadero secreto del crecimiento y de la fuerza: «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.» ¡Qué vida tendríamos si consintiéramos en ser sólo ramas! Querido hijo de Dios, aprende la lección. Sólo tienes que hacer una cosa: Sé una rama, nada más, nada menos. Sé una rama; Cristo será la vid que te lo dará todo. Y el labrador, el Dios todopoderoso, que hace que la vid sea lo que es, hará lo necesario para que la rama sea lo que debe ser.
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Señor Jesús, te ruego que me reveles el misterio celestial de la rama, en su unión viva con la vid, y en sus posibilidades, con toda su plenitud. Y que tu suficiencia, manteniendo y llenando las ramas, me conduzca al descanso de la fe que sabe que Tú lo obras todo.
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