Extracto del libro: LA VID VERDADERA
Autor: Andrew Murray
TODAS LAS COSAS TERRENAS son sombras de las realidades celestiales; la expresión, en formas creadas y
visibles, de la invisible gloria de Dios. La Vida y la Verdad están en el Cielo; en la Tierra tenemos figuras
y sombras de las verdades celestiales. Cuando Jesús dice: «Yo soy la Vid verdadera», nos dice que todas
las vidas de la Tierra son figuras y emblemas de El mismo. El es la divina realidad, de la cual las vides son
una expresión creada. Todas ellas indican a Jesús, predican a Jesús, revelan a Jesús.
Si quieres conocer-
nuestra relación con Jesús, estudia lo que ocurre en la vid.
¡Cuántos somos los que hemos admirado una gran parra o una cepa llena de hermoso fruto! Ven y
contemplemos la vid celestial hasta que tus ojos se aparten de todo lo demás para admirarle a EL ¡Cuántos
en un clima soleado se han sentado y descansado bajo la sombra de una parra! Ven y estate quieto bajo la
sombra de la verdadera Vid, y descansa bajo sus ramas del calor del día. ¡Cuántos se han gozado del fruto
de la vid! Ven, toma y come el fruto celestial de la verdadera vid, y deja que tu alma diga: «Me senté bajo
su sombra con deleite, y su fruto fue dulce a mi paladar.»
Yo soy la vid verdadera. — Esto es un misterio celestial. La vid terrena puede enseñarnos mucho acerca
de esta Vid de los Cielos. Hay muchos puntos de comparaciones hermosas e interesantes, que nos ayudan
a obtener conceptos claros de lo que quería decir Cristo. Pero estos pensamientos no nos enseñan a
conocer lo que es la Vid celestial realmente, su sombra fresca, su fruto sabroso. La experiencia de esta
parte del misterio oculto puede ser comunicada e impartida sólo por Jesús mismo, por medio de su Santo
Espíritu.
Yo soy la vid verdadera. — La vid es el Señor vivo, que habla El mismo, y da y obra todo lo que tiene
para nosotros. Si quieres conocer el significado y poder de esta palabra, no creas que lo vas a encontrar
pensando o estudiando; esto puede ayudarte a ver lo que debes obtener de El para despertar el deseo,
esperanza y oración, pero no te pueden mostrar la Vid. Jesús sólo puede revelarse a sí mismo. El da su
Santo Espíritu y abre los ojos para contemplarle, abre el corazón para recibirle. El mismo debe pronunciar
las palabras para ti y para mí.
Yo soy la vid verdadera. — Y ¿qué es lo que debo hacer si quiero que este misterio, con toda su belleza y
bendición celestiales, se abra para mí? Con lo que ya sabes de la parábola, inclínate y permanece quieto,
adora y espera hasta que la divina Palabra entre en tu corazón y sientas su presencia contigo y en ti.
La sombra de su santo amor te dará la perfecta calma y sosiego de saber lo que la Vid hará por ti.
Yo soy
la vid verdadera. — El que habla es Dios, en su infinito poder capaz de entrar en ti. Es, también, un
hombre, uno con nosotros. Es el Crucificado, el que nos ganó una justicia perfecta y una vida divina por
medio de su muerte. El es el glorificado, que desde el trono nos envía su Santo Espíritu para hacer su
presencia real y verdadera. El habla; escucha, no sólo sus palabras, sino a El mismo cuando te susurra
secretamente cada día: »¡Yo soy la Vid verdadera! Todo lo que la Vid puede ser para la rama, El quiere
serlo para ti.»
* * *
Santo Jesús, Vid celestial plantada por Dios mismo, te ruego que te reveles en mi alma. Que tu Santo Espíritu
me dé a conocer todo lo que Tú, el Hijo de Dios, eres para mí como vid verdadera, no sólo en el intelecto, sino
en la experiencia.
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