Imagen de Kei Rothblack |
No digo que la religión sin poder no cause cambio alguno en la vida de las personas; sólo que no hace ninguna diferencia fundamental. El agua puede cambiar de líquido a vapor, de vapor a nieve, y volver a ser líquida, y seguir siendo fundamentalmente lo mismo. Así, la religión impotente puede llevar al hombre a través de muchos cambios superficiales, y dejarlo exactamente como era antes. Ahí es precisamente donde está el lazo. Los cambios son sólo deforma, y no de naturaleza. Detrás de las actividades del hombre irreligioso y del hombre que ha recibido el evangelio sin el poder subyacen los mismos motivos. Un ego no bendecido se encuentra en el fondo de ambas vidas, consistiendo la diferencia en que el religioso ha aprendido mejor a disfrazar su vicio. Sus pecados son refinados y menos ofensivos que antes que adoptara la religión, pero el hombre mismo no es mejor a ojos de Dios. Puede en realidad ser peor, porque Dios siempre aborrece la artificialidad y la falsa
pretensión. El egoísmo sigue palpitando como el motor en el centro de la vida de aquel hombre. Cierto, puede aprender a redirigir sus impulsos egoístas, pero su mal es que el yo sigue viviendo sin reprensión e incluso insospechado en las profundidades de su corazón. Es víctima de una religión sin poder.
La persona que ha recibido la Palabra sin el poder ha dado una forma hermosa a su seto, pero sigue siendo un seto espinoso, y nunca puede dar el fruto de la nueva vida. No se recogen uvas de los espinos ni higos de los abrojos. Pero pueden encontrarse hombres de este tipo como líderes en la Iglesia, y su influencia y su voto pueden Ir muy lejos en determinar qué es lo que la religión será en su generación.
La verdad recibida con poder cambia las bases de la vida de Adán a Cristo, y un nuevo conjunto de motivos pasa a operar dentro del alma. Un nuevo y diferente Espíritu entra en la personalidad y renueva al creyente en todos los departamentos de su ser. Su interés pasa desde las cosas externas a las internas, desde las cosas en la tierra hasta las cosas en el cielo.
Pierde la fe en la solidez de los valores externos, captando claramente lo engañoso de las apariencias externas, y su amor y confianza en el mundo invisible y eterno se hacen más fuertes al ampliarse su experiencia.
La mayor parte de cristianos estarán de acuerdo con las Ideas aquí expresadas, pero el abismo entre la teoría y la práctica es tan hondo que aterroriza. Porque con demasiada frecuencia se predica y acepta el evangelio sin poder, y el giro radical que exige la verdad nunca se lleva a cabo. Puede haber, cierto es, cambio de alguna clase; se puede llevar a cabo un trato intelectual y emocional con la verdad, pero sea lo que sea que sucede, no es suficiente, no es suficientemente profundo, no es bastante radical. La «criatura» es cambiada, pero no es «nueva». Y precisamente ahí está la tragedia de todo ello. El evangelio trata acerca de una nueva vida, de una vida de lo alto, hacia un nuevo nivel del ser, y no es hasta que se ha llegado a este renacimiento que se ha operado una obra de salvación dentro del alma.
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