Extracto del Libro: Esperando en DiosAutor: Andrew Murray | Pág. 20-21
Espera en Jehová; Ten valor y afianza tu corazón; (Salmo 27: 13.)
El Salmista acaba de decir: «Hubiera yo desmayado, si no creyera que he de ver la bondad de Jehová en la tierra de los vivientes». Si no hubiera sido por su fe en Dios, su corazón hubiera desmayado. Pero, en la seguridad y confianza en Dios que da la fe, se insta a sí mismo y nos insta a nosotros a recordar una cosa sobre todas: el esperar en Dios.
«Espera en Jehová; ten valor y afianza tu corazón: sí, espera en Jehová». Uno de los motivos principales para esperar en Dios, uno de los más profundos secretos de su bendición, es la convicción firme y confiada de que no es en vano; el valor de creer que Dios nos oirá y nos ayudará; esperamos en Jehová, un Dios que nunca puede decepcionar a su pueblo.
«Ten valor y afianza tu corazón». Estas palabras se encuentran con frecuencia en relación con alguna empresa difícil, ante la perspectiva de una lucha con fuertes enemigos, y ante la lastimosa insuficiencia de todo esfuerzo humano. ¿Es el esperar en Dios una obra tan difícil, que sean necesarias estas palabras: «Ten valor y afianza tu corazón»? Sin duda alguna. La liberación que hemos de esperar es de enemigos nuestros, ante cuya presencia somos impotentes. Las bendiciones que hemos de pedir son todas espirituales e invisibles; cosas imposibles para con los hombres; realidades celestiales, sobrenaturales, divinas.
Nuestro corazón está a punto de desmayar. Nuestras almas están tan poco acostumbradas a tener amistad con Dios, que el Dios en el que esperamos a veces parece que se esconde. Los que tenemos que esperar nos sentimos tentados a temer que no esperamos bien, que nuestra fe es demasiado débil, que nuestro deseo no es tan recto o tan sincero como debería ser, que nuestra entrega no es completa. Entre todas estas causas de temor o duda, ¡qué bendición es oír la voz de Dios: «Espera en el Señor. Ten valor y afianza tu corazón. Sí, espera en Jehová» Que nada en el cielo, en la tierra o en el infierno —nada— te impida esperar en tu Dios con la completa certidumbre de que no puede ser en vano.
La lección que nuestro texto nos enseña es que, cuando nos ponemos a esperar en Dios, antes tendríamos que decidir que esperaremos en Él con la más confiada expectativa de que se presentará a nosotros y nos bendecirá. Deberíamos estar convencidos de que nada hay tan seguro como que el esperar en Dios nos traerá bendición incontable e inesperada. Estamos tan acostumbrados a juzgar a Dios y su obra en nosotros por lo que sentimos, que lo más probable es que cuando empezamos a cultivar más el esperar en Él, nos sentiremos desanimados porque no encontraremos ninguna bendición especial como resultado.
Este es el mensaje que debes oír: «Sobre todo, cuando esperas en Dios, hazlo en un espíritu de esperanza firme y abundante. Es Dios en su gloria, en su poder y su amor que anhela bendecir a aquellos que esperan en Él».
Si dices que tienes miedo de engañarte con una esperanza vana, porque no ves o sientes ninguna garantía en tu presente estado para una expectativa tan especial, mi respuesta es: «Es Dios el que nos da la garantía de que podemos esperar grandes cosas». Aprende esta lección: No vas a esperar en ti para ver lo que sientes y los cambios que ocurren en ti. Vas a ESPERAR EN DIOS, para saber primero LO QUE ÉL ES, y luego, lo que hará. Todo el deber y bendición del esperar en Dios tiene sus raíces en esto: que es un Ser tan lleno a rebosar de bendición, bondad, poder, vida y gloria, que, por desgraciados que seamos, no podemos establecer ningún contacto con Él, sin que esta vida y este poder secretamente, en silencio, empiecen a entrar en nuestra persona y a bendecirla.
¡Dios es amor! Esta es la sola y única garantía de nuestra expectativa. El amor busca lo suyo: El amor de Dios es precisamente su deleite en impartirse Él mismo y su bendición a nosotros. Ven y aunque te sientas débil, espera en su presencia. Como un inválido, enfermo y débil, es llevado al sol para que se caliente allí, ven con todo lo que hay oscuro y frío en ti, al sol del amor omnipotente y santo de Dios, y espera allí, con sólo un pensamiento: Aquí estoy, bajo el Sol de tu amor. Como el sol hace su obra en el enfermo que busca sus rayos, Dios hará su obra en ti. Confía en Él más plenamente. «Ten valor y afianza tu corazón. Sí, espera en Jehová».
¡Mi alma espera sólo en Dios!
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