Extracto del Libro: La Vid Verdadera | Pág. 8-9.Autor: Andrew Murray.
"Toda rama que en mí no lleva fruto, lo quita". Juan 15:2
FRUTO. Esta es la palabra siguiente: Vid, Labrador, rama, y ahora fruto. ¿Qué tiene que decirnos el Señor sobre el fruto? Esto, simplemente: que el fruto es aquello para lo que existe la rama, y que si la rama no lleva fruto, el labrador la quita. La vid es la gloria del labrador; la rama es la gloria de la vid; el fruto es la gloria de la rama; si la rama no lleva fruto, no hay gloria o valor en ella; es una ofensa y un estorbo; el labrador la quita. La única razón para la existencia de una rama, la marca de ser una verdadera rama de la vid celestial, la condición de que se le permita por parte del divino Labrador participar de la vida de la Vid es: para que traiga fruto.
Y ¿Qué es el fruto? Algo que lleva la rama, no para sí misma, sino para el propietario; algo que es recolectado y que alguien se lleva. La rama recibe, en verdad, savia para su propia vida, por medio de la cual se hace más gruesa y más fuerte. Pero esta provisión para su propio mantenimiento está enteramente subordinada al cumplimiento del propósito de su existencia: el traer fruto. Es a causa de que los cristianos no entienden o aceptan esta verdad que fallan en sus esfuerzos y en sus oraciones para vivir la vida de la rama. A veces la desean con sinceridad; leen, meditan y oran, y, con todo, fracasan, y se preguntan por qué. La razón es muy simple: no saben que el dar fruto es aquello para lo que existen. De la misma manera que Cristo pasó a ser la verdadera Vid con sólo un objetivo, tú has sido hecho rama también con un objetivo: el de dar fruto para la salvación de otros hombres.
La Vid y la rama están igualmente bajo la ley establecida de dar fruto como razón de su existencia. Cristo y el creyente, la Vid celestial y la rama, tienen en el mundo el mismo propósito exclusivo de transmitir el amor salvador de Dios a los hombres. De ahí las solemnes palabras: «Toda rama que en mí no lleva fruto, lo quita.»
Tengamos muy presente esta posible gran equivocación. Muchos cristianos piensan en su propia salvación como la primera cosa; su vida temporal y su prosperidad, con el cuidado de su familia a continuación; y el tiempo e interés que quedan pueden ser dedicados a llevar fruto para salvar a otros hombres. No es de extrañar que en muchos casos quede muy poco tiempo e interés. No. Cristiano, el objeto por el cual has sido hecho miembro del cuerpo de Cristo es que la Cabeza pueda usarte para llevar a cabo su obra salvadora. El objeto por el que Dios te ha hecho una rama es que Cristo pueda llevar vida a otros a través de ti. Tu salvación personal, tu negocio y el cuidado de tu familia están enteramente subordinados a esto.
Tu primer objetivo en la vida, cada día, debe ser saber cómo desea Cristo que lleves a cabo sus propósitos. Empecemos a pensar como Dios piensa. Aceptemos las enseñanzas de Cristo y respondamos a ellas. El propósito por el cual soy una rama, la marca de ser una verdadera rama, la condición para permanecer y crecer, es que lleve el fruto de la Vid celestial a los que están muriendo. Y aquello de que estoy perfectamente seguro es que, con Cristo como Vid y el Padre como Labrador, puedo ser verdaderamente una rama fructífera.
* * *Querido Padre: Tú vienes a buscar fruto. Enséñanos, te rogamos, a comprender cuan verdaderamente es éste el objetivo de nuestra existencia y nuestra unión con Cristo. Haz el deseo esencial de nuestros corazones el ser ramas, tan llenas del Espíritu de la Vid, que llevemos fruto abundantemente.***
MAS FRUTO
"Y todo aquel que lleva fruto, lo limpia, para que lleve más fruto". Juan 15:2
LA IDEA DEL FRUTO es tan prominente a los ojos de Aquel que ve las cosas como son; el fruto es tan verdaderamente aquello en lo que Dios ha puesto su corazón, que nuestro Señor, después de haber dicho que la rama que no lleva fruto es quitada, añade: y aquella que da fruto, el Labrador desea que dé más fruto. Como don de su gracia, como muestra de vigor espiritual, para mostrar la gloria de Dios en Cristo, como manera única de satisfacer las necesidades del mundo, Dios desea y nos equipa para dar más fruto.
Más fruto. — Esta es una palabra que nos hace pensar. Como iglesias y como individuos estamos en peligro siempre de estar satisfechos de nosotros mismos. El espíritu secreto de Laodicea —somos ricos y llenos de bienes y no necesitamos nada— puede prevalecer donde menos lo sospechemos. El aviso divino —sois pobres, desventurados, miserables y desnudos— encuentra poca respuesta donde en realidad es más necesaria.
No nos quedemos contentos con la idea de que hacemos nuestra parte, como hacen otros, en la obra que hay que hacer; o que los hombres están satisfechos con nuestros esfuerzos en el servicio de Cristo, o incluso nos señalan como ejemplos. Que nuestro solo deseo sea saber si llevamos todo el fruto que Cristo quiere que demos como ramas vivientes, en unión íntima y viva con El, si satisfacemos el corazón amante del gran Labrador, nuestro Padre en el Cielo, en su deseo de tener más fruto.
Más fruto. — La palabra viene con la autoridad divina para poner a prueba nuestra vida: el verdadero discípulo se someterá de buena gana al a luz santa y pedirá a Dios que le muestre aquello que puede ser defectuoso en la medida o en el carácter del fruto que lleva. Creamos que la Palabra quiere conducirnos a una mayor experiencia del propósito de amor del Padre, de la plenitud de Cristo y del maravilloso privilegio de llevar mucho fruto para la salvación de los hombres.
Más fruto. La palabra es alentadora. Oigámosla. Este mensaje va dirigido a la rama que ya lleva fruto: más fruto. Dios no exige, como Faraón, el amo de esclavos, o como Moisés, el legislador, sin proveer los medios para el fin. Viene como Padre, que da lo que pide, que obra lo que manda. Viene a nosotros como ramas vivas de la Vid viviente, y nos ofrece obrar más fruto en nosotros si estamos dispuestos a rendirnos a sus manos. ¿No aceptaremos la oferta y esperaremos que la realice en nosotros?
«Que lleve más fruto»: creamos que así como el propietario de una vid, el labrador, hace todo lo que puede para que el fruto sea sabroso, el divino Labrador hará todo lo necesario para que demos más fruto.
Todo lo que nos pide es que entreguemos nuestro corazón a la tarea, que nos ofrezcamos para que El cuide y trabaje, y esperemos con gozo que El haga su obra perfecta en nosotros. Dios ha puesto su corazón en tener más fruto; Cristo espera para obrarlo en nosotros; esperemos gozosos que el divino Labrador y la Vid celestial realicen la obra de que nosotros produzcamos más fruto.
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