Extracto del libro: Por qué no llega el Avivamiento
Autor: Leonard Ravenhill
Cuando un hombre se ha arrastrado durante años en un cristianismo convencional y de repente levanta un vuelo a una inteligencia espiritual y se hace activo y fervoroso en la batalla por el Señor, mostrando un incansable celo por los perdidos, hay alguna razón para ello. (Pero estamos en tiempos tan subnormales al presente que lo que era normal en los días del Nuevo Testamento parece anormal hoy día.) El secreto de este hombre o mujer que se levantan como un jet en los caminos del Señor es que en algún lugar o de alguna manera ha tenido, como Jacob, un encuentro con Dios y ha sido herido en su naturaleza carnal, pero ha sido fortalecido por el Espíritu Santo.
Hay dos factores indispensables para la vida cristiana que tiene éxito: son visión y pasión. Los hombres pueden vencer imponentes tempestades de criticismo carnal y escalar las más peligrosas alturas de despiadada oposición diabólica para plantar por encima de todo la cruz de Cristo. ¿Cómo? Si han cogido una visión y contraído, una pasión.
Algunos nos exhortan ahora a no hacernos tan fanáticos que no seamos útiles para las cosas terrenas. Hermano, este peligro no existe en la generación actual. La verdad brutal y sin paliativos de nuestros días es que somos tan terrenales que apenas somos útiles para las cosas celestiales.
Amigo, si fueras tan diligente en el cuidado de las almas como lo eres para tus negocios serías una amenaza al diablo; pero si fueras tan poco diligente para tus negocios terrenales como lo eres para los negocios celestiales, es seguro que tendrías que mendigar tu pan.
George Deakin martilleó en mi mente por muchos años esta acertada sentencia: Una visión sin una tarea hace un visionario; una tarea sin visión, un galopín sin oficio ni beneficio; una visión y una tarea, un perfecto misionero.
Isaías tuvo una visión cuando murió el rey Uzías. Quizá hay una persona en tu vida que está impidiendo tu plena visión del Señor. La expansión espiritual tiene un alto precio y hay que pagarlo a veces mediante una decisión crucial. ¿Estás preparado para una visión a ese alto preció, la pérdida de un amigo o de una carrera? No hay precios de ganga para una verdadera renovación espiritual. Si sólo quieres ser sabio y santificado para tu propia satisfacción, el ejército del Señor no tiene necesidad de ti.
Isaías tuvo una visión en tres dimensiones.
Observadlo en Isaías 6, versículos 5 al 9: «¡AY DE MI!», una frase de confesión; HE AQUÍ, la palabra de limpieza; VE, la palabra de comisión.
Fue una visión hacia arriba, vio al Señor; interna ―se Vio a sí mismo; externa ―vio al mundo.
Fue una visión de santidad. ¡Amados míos, cómo necesita nuestra generación una visión de Dios con toda su santidad! De humillación: «Yo soy inmundo.» De anhelo: «¿Quién nos irá?»
Fue una visión de altura ―vio al Señor sobre un trono alto y sublime. Una visión de profundidad ―vio los escondrijos de su propio corazón. Una visión de anchura - vio al mundo.
En esta hora cuando la generalidad de la Iglesia conoce más de promoción que de oración; cuando se ha olvidado la consagración, convirtiéndola en competencia, y lo ha sustituido la propagación por propaganda, esta triple visión es imperativa.
Donde no hay visión «el pueblo perece». Donde no hay pasión, perece la iglesia aun cuando se vea llena hasta las puertas. Un predicador mundialmente famoso, que había sido usado poderosamente por Dios en años pasados para un verdadero despertamiento (distinto del actual evangelista de masas), me dijo que había tenido una visión así. Todavía puedo ver su rostro asombrado cuando me contó que no sabía si estaba o no en el cuerpo o había sido transportado, pero que pudo ver una multitud incontable sumergida en un abismo, rodeada de fuego, encerrada en el «manicomio del Universo»: EL INFIERNO. Este predicador nunca más fue lo que había sido antes, desde que tuvo esta visión. ¿Cómo podía ser de otro modo?
¡Oh, que Dios nos concediera una revelación semejante que rompiera nuestro corazón! ¿Nos hemos educado en el secreto de la oración y en la escuela de la adversidad, de tal modo que nuestros espíritus pudieran soportar semejante visión quebrantadora? Bienaventurado el servidor de Dios a quien el Señor imparta esta visión, si no físico-psíquica, sí de un modo espiritual.
Nadie vive más allá de su visión. Inteligentes teólogos no pueden romper las murallas de hierro de la superstición y oscuridad espiritual tras las cuales han vivido millones de seres humanos durante milenios. Sólo hombres quizá con menos profundidad intelectual, pero con mas profundidad de visión pueden hacerlo.
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